A CADO UNO LO SUYO. DEUDA A LA “MODERNIDAD” HISPANA. (1)

Benito Cantero Ruiz. Catedrático de Gª e Historia y Dr. en Antropología.

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Con este relato retomamos nuestra colaboración con esta revista no sin antes agradecer a su antigua directora y amiga, Loreto Salmerón, el haber publicado todo cuanto le fue remitido por nuestra parte; y desde esta nueva etapa agradecer el ofrecimiento que nos ha hecho, el también amigo y nuevo director, Juan José Romero del Hombrebueno.

“…ese periodo virreinal ha sido tachado…con gran furia”[1]

                Con tal furia ha sido, y sigue siendo tachado aquel periodo, que se nos niega hasta nuestra propia modernidad. Movimiento aquel que no fue solo de la Península Ibérica sino que fue global (ahora que está tan de moda y uso este concepto), puesto que además del mundo ibérico, cruzó el Atlántico.

            Cronológicamente nos situaremos en el siglo XVI para el siguiente análisis, aunque  antes estaba muy asentado un movimiento intelectual en la Escuela de Salamanca[2]. Allí prendería lo que luego se bautizó con el nombre de Ilustración. La pregunta que nos hacemos es por qué aquel siglo XVI, clave para la historia de la modernidad, fue negado y ocultado frente a un relato dominante basado en una serie de creencias que minan tanto la autoestima colectiva como la individual. Ello conduce[3] a una corriente de opinión, contraria a todo lo hispano, fortalecida por las extendidas redes de comunicación, que ensalzan los valores sinigual de la ilustración francesa arrinconando los verdaderos orígenes de la misma.

            Se canceló el siglo XVI echando mano a dos etiquetas que fueron, Ilustración y Modernidad. La primera se atribuye a Francia y, si acaso, a Estados Unidos e Inglaterra. Con respecto a Modernidad, todos se la atribuyen; todos, menos España que unió los dos hemisferios en 1492[4]. Y esto ¿por qué?, porque molestaba. El Siglo de Oro era incómodo fuera de nuestras fronteras ya que había que hacer hueco para bien vender la ilustración francesa y por ende lo vino más tarde, la Revolución Francesa. Revolución que se nos ha mostrado como paradigma de democracia popular, cuando realmente fueron las elites burguesas las que mataron y cortaron cabezas entre ellas, a la aristocracia, al clero y a la familia real,  sin olvidar a los campesinos por la guerra de La Vendée (1793-96). Se forjó un relato rosa en favor de la Francia revolucionaria, lo mismo que ahora sucede con los “affaires” catalán y vasco, pero nada de lo que tenga que ver con el mundo español. En ese quehacer antihispano, Voltaire tuvo mucho que ver.

            Solo que una cosa es el relato y otra, la realidad. La Ilustración no nació en las calles de París, ni salió de las mentes de los filósofos franceses, sino antes, en la Universidad de Salamanca, donde estuvieron los primeros filósofos modernos[5]. A ello habría que sumar una escuela global que coincide en un espacio-tiempo con la Universidad de Alcalá y la de Coimbra, momento en que el imperio luso y el español formaban una unidad. Fue en ese mundo y ambiente del que impregnaron, entre otros, Sta. Teresa o S. Juan de la Cruz en España, y fuera la mayor parte de las ideas políticas de J. Milton, J. Locke y Rousseau que las encontramos, y en latín, en la obra de los jesuitas, súbditos de la Corona Española como Leonardo Lesio, Luis de Molina, Juan de Mariana y Francisco Suárez.

            Anular las aportaciones de la Escuela de Salamanca fue una estrategia propia de la Leyenda Negra, que ya actuaba desde el siglo XV, y al protestantismo del siglo XVI, que además de cisma religioso fue cisma político. Como hemos escrito en otras ocasiones, Lutero fue instrumentalizado por los príncipes alemanes que querían separarse del poder del emperador Carlos V y el papado. El protestantismo atacó al mundo católico y se encontró con España que era la potencia defensora del catolicismo. Esto no interesaba ya que la neoescolástica salmantina quería crear un código moral universal que competía con el de los anglosajones. A resultas éste se impondría en el siglo XVII.

            Y es que la manipulación del lenguaje no es algo nuevo. Se generó la idea de escolástica como algo rancio, añejo, anticuado. Incluso el tan laureado Erasmo de Róterdam, en su obra El elogio de la locura, critica el método tomista[6]. De tal forma que, fuera de España,  se prefiere hablar de Filosofía Moderna, y considerar que la misma empieza con R. Descartes y B. Spinoza, a pesar de que ellos se considerasen tributarios de F. Suárez. No se aceptaba que la Escuela de Salamanca estuviese a la cabeza de una revolución cognitiva. Concluyamos con algunos fundamentos que echan por tierra aquel error: la Escuela de Salamanca fue la primera institución europea que obtuvo el título de universidad, por la R. C. de Alfonso X “El Sabio”, el 9 de noviembre de 1252[7]; España había retomado algunos personajes, como San Isidoro de Sevilla que, en el siglo VII, escribió sus Etimologías, una recopilación del saber occidental; en la Corona de Aragón, con R. Lulio, se produjo un gran aporte al mundo del pensamiento; dos órdenes religiosas, primero los dominicos y más tarde los jesuitas, prestaron una innegable labor en la recopilación del saber; y cómo no, además de la Universidad de Salamanca, Cisneros y la Universidad de Alcalá de Henares, hoy Universidad Complutense de Madrid[8]


[1] Frase atribuida a Octavio Paz.

[2] Buena parte de las siguientes ideas fueron transmitidas y escritas por un viejo profesor, Catedrático de Historia Moderna Universal, D. Vicente Rodríguez Casado en su obra Orígenes del capitalismo y del socialismo contemporáneo.

[3] Jugamos con los tiempos verbales. Aquí en presente, porque aquellas circunstancias siguen actualmente muy en boga; si no más.

[4] Bien es cierto que algunas excepciones hay. Tal es el caso del profesor británico, de origen español por parte paterna, Felipe Fernández-Armesto,  quien afirma que la modernidad nació en 1492; o, el también profesor español, Hernán Sánchez Martínez de Pinillos que habla de la triada de la modernidad, para referirse a Quevedo, Cisneros y Nebrija.

[5] Vitoria, Suárez, Mariana, Ruiz de Montoya, Melchor Cano, Báñez, de Soto, de Azpilcueta, de Mercado, de Molina, de Oñate…algunos de los cuales también se proyectaron en las veinticinco universidades virreinales y Filipinas.

[6] Pero este, no lo negaremos, destacado pensador también tuvo algunas “máculas”; por ejemplo, cuando se refiere a la mujer como un “animal inepto y necio, pero por lo demás complaciente y gracioso”. Qué dice el movimiento Woke, nada. ¿Quizás porque Erasmo no era español?

[7] Si bien había dos universidades más antiguas, no habían obtenido el título de universidad.

[8] Más tarde en Alcalá se “recrearía” una nueva universidad.

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A CADO UNO LO SUYO. DEUDA A LA “MODERNIDAD” HISPANA. (1)

Benito Cantero Ruiz. Catedrático de Gª e Historia y Dr. en Antropología.

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Con este relato retomamos nuestra colaboración con esta revista no sin antes agradecer a su antigua directora y amiga, Loreto Salmerón, el haber publicado todo cuanto le fue remitido por nuestra parte; y desde esta nueva etapa agradecer el ofrecimiento que nos ha hecho, el también amigo y nuevo director, Juan José Romero del Hombrebueno.

“…ese periodo virreinal ha sido tachado…con gran furia”[1]

                Con tal furia ha sido, y sigue siendo tachado aquel periodo, que se nos niega hasta nuestra propia modernidad. Movimiento aquel que no fue solo de la Península Ibérica sino que fue global (ahora que está tan de moda y uso este concepto), puesto que además del mundo ibérico, cruzó el Atlántico.

            Cronológicamente nos situaremos en el siglo XVI para el siguiente análisis, aunque  antes estaba muy asentado un movimiento intelectual en la Escuela de Salamanca[2]. Allí prendería lo que luego se bautizó con el nombre de Ilustración. La pregunta que nos hacemos es por qué aquel siglo XVI, clave para la historia de la modernidad, fue negado y ocultado frente a un relato dominante basado en una serie de creencias que minan tanto la autoestima colectiva como la individual. Ello conduce[3] a una corriente de opinión, contraria a todo lo hispano, fortalecida por las extendidas redes de comunicación, que ensalzan los valores sinigual de la ilustración francesa arrinconando los verdaderos orígenes de la misma.

            Se canceló el siglo XVI echando mano a dos etiquetas que fueron, Ilustración y Modernidad. La primera se atribuye a Francia y, si acaso, a Estados Unidos e Inglaterra. Con respecto a Modernidad, todos se la atribuyen; todos, menos España que unió los dos hemisferios en 1492[4]. Y esto ¿por qué?, porque molestaba. El Siglo de Oro era incómodo fuera de nuestras fronteras ya que había que hacer hueco para bien vender la ilustración francesa y por ende lo vino más tarde, la Revolución Francesa. Revolución que se nos ha mostrado como paradigma de democracia popular, cuando realmente fueron las elites burguesas las que mataron y cortaron cabezas entre ellas, a la aristocracia, al clero y a la familia real,  sin olvidar a los campesinos por la guerra de La Vendée (1793-96). Se forjó un relato rosa en favor de la Francia revolucionaria, lo mismo que ahora sucede con los “affaires” catalán y vasco, pero nada de lo que tenga que ver con el mundo español. En ese quehacer antihispano, Voltaire tuvo mucho que ver.

            Solo que una cosa es el relato y otra, la realidad. La Ilustración no nació en las calles de París, ni salió de las mentes de los filósofos franceses, sino antes, en la Universidad de Salamanca, donde estuvieron los primeros filósofos modernos[5]. A ello habría que sumar una escuela global que coincide en un espacio-tiempo con la Universidad de Alcalá y la de Coimbra, momento en que el imperio luso y el español formaban una unidad. Fue en ese mundo y ambiente del que impregnaron, entre otros, Sta. Teresa o S. Juan de la Cruz en España, y fuera la mayor parte de las ideas políticas de J. Milton, J. Locke y Rousseau que las encontramos, y en latín, en la obra de los jesuitas, súbditos de la Corona Española como Leonardo Lesio, Luis de Molina, Juan de Mariana y Francisco Suárez.

            Anular las aportaciones de la Escuela de Salamanca fue una estrategia propia de la Leyenda Negra, que ya actuaba desde el siglo XV, y al protestantismo del siglo XVI, que además de cisma religioso fue cisma político. Como hemos escrito en otras ocasiones, Lutero fue instrumentalizado por los príncipes alemanes que querían separarse del poder del emperador Carlos V y el papado. El protestantismo atacó al mundo católico y se encontró con España que era la potencia defensora del catolicismo. Esto no interesaba ya que la neoescolástica salmantina quería crear un código moral universal que competía con el de los anglosajones. A resultas éste se impondría en el siglo XVII.

            Y es que la manipulación del lenguaje no es algo nuevo. Se generó la idea de escolástica como algo rancio, añejo, anticuado. Incluso el tan laureado Erasmo de Róterdam, en su obra El elogio de la locura, critica el método tomista[6]. De tal forma que, fuera de España,  se prefiere hablar de Filosofía Moderna, y considerar que la misma empieza con R. Descartes y B. Spinoza, a pesar de que ellos se considerasen tributarios de F. Suárez. No se aceptaba que la Escuela de Salamanca estuviese a la cabeza de una revolución cognitiva. Concluyamos con algunos fundamentos que echan por tierra aquel error: la Escuela de Salamanca fue la primera institución europea que obtuvo el título de universidad, por la R. C. de Alfonso X “El Sabio”, el 9 de noviembre de 1252[7]; España había retomado algunos personajes, como San Isidoro de Sevilla que, en el siglo VII, escribió sus Etimologías, una recopilación del saber occidental; en la Corona de Aragón, con R. Lulio, se produjo un gran aporte al mundo del pensamiento; dos órdenes religiosas, primero los dominicos y más tarde los jesuitas, prestaron una innegable labor en la recopilación del saber; y cómo no, además de la Universidad de Salamanca, Cisneros y la Universidad de Alcalá de Henares, hoy Universidad Complutense de Madrid[8]


[1] Frase atribuida a Octavio Paz.

[2] Buena parte de las siguientes ideas fueron transmitidas y escritas por un viejo profesor, Catedrático de Historia Moderna Universal, D. Vicente Rodríguez Casado en su obra Orígenes del capitalismo y del socialismo contemporáneo.

[3] Jugamos con los tiempos verbales. Aquí en presente, porque aquellas circunstancias siguen actualmente muy en boga; si no más.

[4] Bien es cierto que algunas excepciones hay. Tal es el caso del profesor británico, de origen español por parte paterna, Felipe Fernández-Armesto,  quien afirma que la modernidad nació en 1492; o, el también profesor español, Hernán Sánchez Martínez de Pinillos que habla de la triada de la modernidad, para referirse a Quevedo, Cisneros y Nebrija.

[5] Vitoria, Suárez, Mariana, Ruiz de Montoya, Melchor Cano, Báñez, de Soto, de Azpilcueta, de Mercado, de Molina, de Oñate…algunos de los cuales también se proyectaron en las veinticinco universidades virreinales y Filipinas.

[6] Pero este, no lo negaremos, destacado pensador también tuvo algunas “máculas”; por ejemplo, cuando se refiere a la mujer como un “animal inepto y necio, pero por lo demás complaciente y gracioso”. Qué dice el movimiento Woke, nada. ¿Quizás porque Erasmo no era español?

[7] Si bien había dos universidades más antiguas, no habían obtenido el título de universidad.

[8] Más tarde en Alcalá se “recrearía” una nueva universidad.

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