“Casa de huéspedes” de Lola Jiménez. Capítulo VIII

Indiano, 1º A

Mientras seguimos con el café y las cartas en la cocina, se asoma por la puerta y toca con los nudillos un señor de unos setenta años, tostado por el sol, y con los ojos azules como el infinito mar, alto y con buena estructura ha tenido que ser en su juventud un hombre fuerte y atlético y aún sigue conservando un atractivo que le hace muy interesante.

-Adelante, Indiano.

Le dice la dueña.

Adela como siempre tan dispuesta, se levanta y le sirve un café; Indiano acerca una silla y se sienta al lado de la dueña, a la que le da un beso en la mejilla.

-¿Dueña, estas de repaso?, ya veo que pronto tendrás que rellenar más hojas en tu libreta; ¿Acaso quieres acabarla pronto?

- Indiano, sabes que es eterna, que cuando yo ya no este, alguien se hará cargo de seguir llenando páginas. ¿Quieres contar tu historia?

Sí, para empezar mi nombre no es Indiano, es Manuel, lo de Indiano me lo ha puesto la dueña: soy biznieto, nieto e hijo de gallegos que se fueron a Cuba a buscar una vida mejor; soy descendiente de los primeros esclavos “ojiazules” que hubo en Cuba, porque no solamente los de color han sido esclavos, también hubo muchos blanquitos que fueron esclavos.

Mi abuelo salió de España hacia Cuba para trabajar en una bodega cuyo patrón era otro gallego muy rico, que quería producir ron y compro bastantes plantaciones de caña de azúcar. Del viaje en barco desde Galicia hasta Cuba, ni contarlo, ni Ulises con su odisea lo paso tan mal.

Gracias a que sabía contar las primeras sumas y restas y letras que aprendieron con el cura de la aldea y por ello pasaron de mulo de carga a obrero con número de entrada y salida; ya  sabéis a que me refiero, algo más de sueldo y derecho a choza y jergón para poder descansar. Con todo ello, pudo casarse, con otra gallega que estaba y allí, y formo una familia y así se sumaron las primeras generaciones; rara vez se casaban con algún cubano o cubana, casi todos se casaban entre gallegos.

Vivían en el mismo barrio e iban formando sus propias familias, así se defendían entre ellos y se ayudaban, tenían sus propios colmados con productos de España, su propia taberna; al barrio se acercaba un misionero que era de León, que enseñaba a leer, escribir, las cuatro reglas y el catecismo. No se perdían las costumbres gallegas, se encargaban de bailar jotas, tocar la gaita.

Es curioso, cada barrio se parecía a la España de ahora, con sus comunidades autónomas, un barrio de gallegos, otro de asturianos, vascos, castellanos …  Eso sí, en la capital todos estaban bajo la condición de españoles; tenían que ayudarse entre ellos, los funcionarios ponían trabas a la hora de escucharlos, por el acento .

Así se formó mi familia, y el barrio fue creciendo y se fueron cruzando entre colonos y nativos y de ahí salió una mezcla de color muy viva y una cultura muy rica y sabrosa.

Yo me casé con una cubana y soy profesor de universidad, tengo tres hijos, músicos, investigadores y un sacerdote. Mi mujer falleció hace unos años; cuando era joven no sentí nunca la necesidad de volver a España, pero un día llegué a casa de mis tíos, que había una celebración y allí estábamos todos, abuelos, tíos, padres, primos, hermanos y nunca se había hablado del retorno de España, casi todos teníamos enterrados a alguien de los nuestros en tierras cubanas y entonces ya estas atado a esta tierra.

Mi madre por supuesto que no quería volver, ella lo tiene todo aquí y tampoco por parte de su familia tenía un buen recuerdo de la patria y si embargo mi padre y su familia era todo lo contrario, España siempre presente en todo, comida, canciones, la bandera a la entrada de la casa, las emisoras de radio, se celebraban todas las fiestas nacionales y ahora con internet puestos al día de todo lo que ocurre.

Soy profesor de historia y literatura y el gusanillo ese de conocer tus orígenes y la historia de dónde vienes pues se tiene y cuando me quedé solo, pues ya me aburría el buen clima, los paseos por el malecón, el ron también se me estaba empalagando y como no fumo, pues los puros tampoco iban a ser un problema para echarlos de menos, decidí  un día coger la maleta y por qué no, en vez de avión, viajar en barco y conocer mi Patria (también es Cuba). Llegué al puerto de Canarias, y me embarqué en un vuelo hacia la península y aterricé en Madrid, y aquí me quedé; de eso hace ya diez años y no me he movido de aquí; llegué con mi maleta y me cautivó Madrid, sus calles, sus gentes, sus edificios, su ruido, sus teatros y como dicen eso de “Madrid al cielo”.

Fui vagando por varios sitios, hoteles, pisos de alquiler, pero no me sentía a gusto, me faltaba algo, calor de hogar. No echaba de menos Cuba, pero sí sentía nostalgia de algo familiar y un buen día caminando, me encontré con el rótulo de la fachada, a la dueña en la puerta, que me guiñó un ojo  y no puede resistirme. Me invitó a pasar, firmé en el registro, y aquí sigo, con mi “familia”. Mi habitación es la 1º A.

(Continuará)

Lola Jiménez López

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