“Crisis en Sidney” de David Gento

Noche cerrada sobre el Accord Stadium. Terminó ya el partido. Los focos se van apagando, uno tras otro y la gente ha ido abandonando poco a poco y con desgana el estadio. Casi me quedo solo en las gradas, rezagado voluntariamente de mi grupo: sentía una extraña necesidad de estar unos minutos solo… ante mí. Estoy exhausto de tanto animar y blincar celebrando. Me siento un momento para reponerme y entonces me asalta un abatimiento físico regado con múltiples pensamientos contradictorios que me sumen intenso episodio depresivo, espero que sea breve. ¿Será porque estoy tan lejos de mi España querida?

El suceso de Rubiales con la Jenni me ha desconcertado. El público español del estadio tenía opiniones muy encontradas: “Estas chicas son muy liberales y hacen a todo", “No hay que pasarse con ellas”, ... Pienso: ¡joder, con el presidente: los tiene bien cuadrados!... Bah, no hay que darle más importancia. Aunque… ¡La verdad, me joden las chulerías (por muy presidente que sea)! Si llega a ser mi novia o mi hermana, habríamos tenido más que palabras, ¡como que me llamo Juan Pablo! ¡Hostias!, ¡cuántos problemas con las mujeres! No le quiero dar más vueltas. Pero… Tampoco la alegría del triunfo me hace ver las cosas claras.

Un revoltijo de ideas y sentimientos, algunos de origen desconocido e impropios de mí, me asaltan:

Resulta que siendo Sánchez presidente y gobernando con comunistas, separatistas, filoetarras y nacionalistas; la selección española femenina de fútbol, de rojo, y formada, entre otras, por catalanas, una negra (hija de inmigrante), ¡varias lesbianas! y una andaluza (con posibles raíces gitanas); acaba de proclamarse por vez primera campeona del mundo, ¡y jugando en muchos momentos al fútbol como diosas! Nunca pensé que personas así pudieran dar tanta gloria a mi patria y que me harían sentirme tan emocionado y orgulloso.                                                                                                                                              

Resulta que pasa el tiempo y, sin embargo, allá en Europa, España sigue de una sola pieza todavía.     

Resulta que ahora mismo otros muchísimos españoles también disfrutan felices sus vacaciones, como yo.

Resulta que los turistas inundan nuestras ciudades y la economía está mejorando continuamente.          

Resulta que el caos inevitable que continuamente se anuncia no llega; aunque es verdad que tenemos muchos problemas y muy serios que hay que analizar y resolver (quizá también de formas distintas a las únicas que yo creo eficaces y justas, con toda certeza y seguridad).

¡Uf…! Debo estar melancólico porque estoy lejos de mi patria y también porque el viaje se acaba, ¡con lo que he disfrutado!

Dudo… Quizá las cosas no son solo como yo las pienso. Y si fuese que… ¡No puede ser que los míos…! Me cuesta pensar que… ¿Quizá alguien con intenciones muy perversas me está engañando y emponzoña constantemente mi cabeza con mentiras y muy malas ideas para que me muestre extremadamente rígido, excluyente, desconfiando, incívico y muy hostil hacia quienes son distintos o piensan de forma diferente?

Estoy hecho un lío. Sí, estoy muy confuso... ¡Aunque me cueste, creo que tendré que reflexionar a la vuelta y empezar a pensar por mí mismo! ¡A lo mejor, la vida tiene muchas caras que yo no conozco y se puede ver de muchas otras maneras! Puede que me venga bien hablar con otro tipo de personas. ¿Cuánto tiempo hace que no veo a los amigos de siempre, los de aquel barrio de dónde nos fuimos cuando a mi padre le empezaron a ir muy bien los negocios de la construcción y nos mudamos a donde ahora vivimos? ¡Allí sí que había gente para todo! No sé… Ahora no tengo tiempo para pensar. ¡Qué dirían mis padres si se enterasen!

Pero...Inspiro repetidamente de forma profunda y prolongada: recobro el ánimo, me siento más reconfortado.  

Se hace muy tarde. Me levanto y salgo del estadio. El grupo espera para iniciar el camino de regreso hacia el aeropuerto: ¡Siento que estoy ya listo para regresar a la vida real! Me gustaría hablar sobre mis emociones. Sin embargo, silencio mis pensamientos a la espera de un ambiente más propicio, aunque hay uno muy especial que ronda incesantemente dentro de mi cabeza y no lo puedo olvidar… ¡A lo mejor llevaba razón aquel barbudo con pinta de comunista que me gritó en una de las caceroladas de Núñez de Balboa que “España no es solo de los míos”!

David Gento

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