De la mano de P. Hernández, y desde el punto de vista del materialismo filosófico de Gustavo Bueno, vamos a presentar algunas ideas sobre el Catolicismo y su repercusión en el desbaratamiento de España.
Comencemos diferenciando laicidad y laicismo. Mientras que la primera se define como un Estado aconfesional con clara separación de la Iglesia; el laicismo consiste en un intento de despojar al hombre del sentido religioso en la vertiente social, recluyéndolo al foro privado de la conciencia individual.
Este plan del hecho religioso es protestante; se forja en el Luteranismo y después en Kant, es decir en el Idealismo alemán. Idea que estima que el hombre se comunica directamente con Dios, por lo que no necesita del magisterio. El fin es asentar el principio de que existe una conciencia subjetiva individual que se autoconoce, decide y vota. Que dicha conciencia tiene que ser libre, alejada de las instituciones, sobre todo de las religiosas y de forma más precisa de la Iglesia Católica aun cuando, y no lo olvidemos, credos como el Islam y el Cristianismo son religiones públicas que tienden a propagarse. Por lo tanto, despojado el hombre de su religión, su familia y su patria, queda indefenso ante el poder.
Con todo, y si hoy por hoy, por mucho que la gente haya dejado de ir a misa, España desde el plano material, formal y objetivo, sigue siendo católica, ¿de dónde puede venir su desbaratamiento, su fractura y disolución?
Gustavo Bueno lo hizo ver claramente en España frente a Europa (1999). Para él todo se arrastra desde su constitución como imperio católico, y por ende universal, con lo que esto supone en la dialéctica de imperios. Siendo el germen la falsa conciencia justificada ideológicamente más tarde a través de la Reconquista y la recuperación de los territorios visigodos. Posteriormente, en 1453, cae Constantinopla, conformándose un frente islámico en el otrora imperio Romano de Oriente.
Será España la que, de nuevo, ataje su avance (1529, sitio de Viena; 1571, Lepanto); muy celebrados por la cristiandad lo mismo que lo había sido, en 1492, la conquista de Granada. Solo que ahora el nuevo discurso hace todo lo posible por olvidar las raíces cristianas de Occidente alentando la visión de una convivencia idílica entre moros y cristianos al tiempo que una hispanofobia, por su universalidad y catolicismo, se forjaría con la incorporación, primero de América y después de los territorios del Pacífico. Para ello sus competidores, no durarían en emplear desde la guerra hasta una propaganda sin escrúpulos.
Benito Cantero Ruiz. Catedrático de Geografía e Historia y Doctor en Antropología


























