Poesía ganadora del XXXII Certamen Poético "Santísimo Cristo de la Vega"
Ha sucumbido el olvido
A los pies de la madera
Tallada en forma de cruz
Entre la muerte y la piedra.
Mueren silvestres los olivos
Donde rezaba su pena,
Donde se abrían entre luces
Estelas de nubes negras.
A los pies del laberinto,
Brotaba una rosa negra
Y robaron sus espinas
Para coronar tu condena.
Quiso el cielo abrir camino
Entre nubes de tormenta,
Pues en tus manos traías paz
Y te pagaron con la guerra.
Guerra que de hambre muerde,
Y por muerte de sed destierra,
Aquel que prometió el perdón
Y enmascararon de miseria.
Baja de la cruz y dinos,
Que el hijo de Dios se ha ido
Pues los hijos de Adán se visten
Con armas negras de enemigos.
Lanza una señal y dinos,
¿Con qué ofrenda te vestimos?
Si el pasado quiso ataviarte
Tan solo de hiel y espino.
Ahora luchan en tu nombre,
Buscando ser bendecidos
Revertir los delitos que entonces
Probaron tu pan y tu vino.
Todos buscaron seguirte.
¿Pero quién podría alcanzarte?
Si entre el cielo y el infierno,
No hay lugar para encontrarte.
Y no hay sin duda más razón.
Tan presente como el aire.
Que anuncia que sin mirar
Podemos verte en todas partes.
Por eso recorremos señor.
Cada año entre las calles.
Las imágenes de tu pasión
Entre figuras y caminantes.
Formar las cuerdas de la guitarra
Con los cabellos de tu linaje.
Para que escuches entre poemas
A tu coro y nuestra salve.
Se abre en el cielo un camino
Para quien te espera a su derecha
Y aunque no te dimos la paz
Nos salvaste de la guerra.
A los pies del laberinto
Amorosas las manos riegan.
Pues ya no nacen espinos
En las llamadas rosas negras.
Ahora renacen los olivos.
Donde aclamamos tu ofrenda
Ahora se abren entre luces.
Estelas de nubes bellas.
Solo quedó enterrado el olvido
A los pies de aquella madera
Tallada en forma de cruz
Orando un salve a la Tierra. /





