Pregón de la Semana Santa 2023, de Marino Fenollar Alarcón

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Dicen que “La  gratitud, es el recuerdo del corazón”, y yo, agradezco profundamente que la Junta General de Cofradías se haya acordado de mí,  adjudicándome cualidades que en absoluto  poseo.

Posiblemente, será en “represalia”, por los años en que compartimos tantas horas de reuniones, trabajo, desvelos y alguna que otra satisfacción, en la organización de la Semana Santa, en mi etapa de tantos años como secretario de la Junta General.

Por este motivo, quiero en primer lugar reconocer a las Cofradías, sus directivas y sus hermanos, que con mucho sacrificio, ilusión y pocos recursos, hacen posible que año tras año, mantengan viva la Tradición.

Recordemos:

La alegría de la borriquilla entre palmas y ramos del Domingo.

El doloroso viacrucis en silencio del martes de Crucíferos.

La Amargura del Señor en el huerto de los olivos.

Jesús maniatado preso y negado por todos junto a Pilatos.

El Nazareno, flagelado, doliente, y la angustia de su madre.

El dolor de una madre con su hijo muerto en el regazo.

El cuerpo inerte   de Jesús en el Sepulcro.

La Soledad, la tristeza y el desamparo de una madre.

La luminosidad del Domingo del Resucitado.

Se trata de Dios, el mismo Dios hecho hombre, caminando ante nuestros ojos en una imagen repetida desde niños.

En las frías noches de enero, se escuchan a lo lejos, redobles de tambor y sones de cornetas, todavía desafinados. Es el pequeño anuncio de que algo especial pronto llegara. 

Con el comienzo de la Cuaresma, las Cofradías descuelgan de sus armarios, mantos, túnicas, vestidos y hábitos. Se preparan los pasos, candelabros y velas. Se bajan Imágenes de su pedestal. Trabajo que con pasión y esmero cuidado, realizan mayores y jóvenes, al amparo de sus Cofradías. Teniendo como destino la Parroquia que a todos une y da cobijo.

Pronto todo cambiara. Las Imágenes y pasos irán apareciendo uno tras otro, repletos de sentimiento y hermosura. Se comienza a percibir olores a incienso, flores y cera.

La Parroquia, se convierte en el centro de la vida del pueblo estos días. A todos nos conmueven las celebraciones litúrgicas de Jueves y Viernes Santo.  Las lecturas de la Pasión, las homilías de nuestros sacerdotes. Todo nos hace meditar sobre nuestra frágil condición humana y al final la alegría de la Vigilia Pascual de Sábado Santo.

Recuerdos e imágenes, que tengo guardadas en mi memoria. Sobre todo, de la Cofradía de Jesús Nazareno de Medinaceli, de la que mi padre, fue uno de sus fundadores y a la que pertenezco casi desde la pila bautismal. Agradeciendo a los hermanos que me diesen su apoyo y confianza para presidir la Cofradía durante 35 años y permitiéndome celebrar el 75 aniversario de la misma.  Nuestro recuerdo, más especial en estos días, a los miembros de la Junta que tanto colaboraron con la Cofradía y por desgracia ya no están con nosotros. 

Cómo no sentir un escalofrío en el alma, al tratar de narrar algo tan grandioso que a todos nos supera.

Un año más, sucede el acontecimiento más importante de todos los tiempos, nuestro Señor Jesucristo,  se ofrece como víctima para salvación de todos los hombres, su Pasión Muerte y Resurrección son lo más importante de nuestra vida cristiana

Pregonar nuestra Semana Santa me parece una tarea difícil, pero al mismo tiempo me llena de honor y alegría. Amo a mi pueblo y sus tradiciones, las que me han forjado a sentir nuestra Semana Santa, poniendo mi corazón en estas palabras para compartir con vosotros.

Pregonar es anunciar y proclamar, gritar a los cuatro vientos que comienza la Semana Grande de nuestro pueblo, y a la vez tratar de explicar con claridad,  lo que acontece en esta Semana. Lo verdaderamente esencial de este acontecimiento que es el gran misterio de nuestra fe: la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Para los cristianos, es tiempo de reflexión interior y de penitencia, pues al conmemorar este sagrado misterio. Nos sentimos más cercanos entre nosotros y más cercanos a Dios. Nos toca orar juntos, como si lo hiciéramos junto a Jesús en el Huerto de los Olivos para acompañarle en el doloroso camino que termina en la cruz.

En esta Semana Santa, mirando a Jesús, que todo lo da por ti, por mí y por todos, podemos aprender a amar con Él, a ser generosos, a tener manos abiertas para acoger a los demás, a pedir Justicia que esperan los que mueren por llegar a occidente, los ahogados de cansancio, los que no tienen ni padre, ni madre, ni patria ni casa, los que no tienen familia, los que no tienen ni tumba, cuando la soledad se queda a vivir permanentemente.

Cuando son sacudidos por la desgracia de la guerra y los desastres naturales como actualmente en Turquía y Siria. Los que esperan una ayuda del mundo que nada en la abundancia. También Señor son hijos de tu pasión, de esa palabra tuya que habla de Amor y Justicia.  Qué poco merito tiene dar lo que nos sobra. Tampoco basta con dar. Es necesario darse. Como Jesús en la cruz, podemos aprender de Él a mirar a las personas compasivamente, como Jesús, Él se compadece y padece con nosotros y por nosotros, podemos perdonar y seguir a Jesús de cerca en el caminar del día a día, con nuestra cruz, nuestras esperanzas …, y con la verdad de nuestra vida.       

Es momento para meditar sobre lo vivido. Recordar lo que hemos logrado y a quien hemos ayudado.  Es tiempo para agradecer a Dios por nosotros y nuestra familia. También para plantearnos nuevas metas, nuevos sueños y orar para que Él nos de salud y fuerza para poder lograrlos.

Para muchos es simplemente la muerte de un gran hombre. Para los que creemos en Jesús, además de recordar la tragedia de su muerte, celebramos especialmente el significado de su Resurrección para nuestras vidas. Para meditar y comprender que no somos gran cosa, una partícula más de la vida. Que somos afortunados solo con existir y que debemos agradecer lo que tenemos y que nos ha dado el Señor, antes de que llegue el momento de perderlo, que algún día llegara. 

En este tiempo santo, fijemos nuestros ojos en Cristo Resucitado que trae nueva vida a todos.

Cristo vive y nos llama a la vida, a comunicarla, a ser la sal y la luz del mundo, y a confiar en que un día seremos felices con Él.

Cristo resucitado sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Comienza ahora, después de la última cena, la noche oscura de Getsemaní, llamado el Huerto de los Olivos.

Terminada la Cena Pascual, Jesús y sus discípulos se encaminaron a un huerto cercano llamado de los olivos.

Jesús les dijo, velad conmigo, voy más delante a orar…, dirigiéndose al Padre, decía: Si puedes, aleja de mi toda esta amargura, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

En aquel momento, pudo ver el sufrimiento que le esperaba, el desprecio que iba a sufrir, los tormentos y su muerte, pero se sometió con toda obediencia a la voluntad del Padre.

Una turba de gente, con soldados, armas y antorchas recorre la oscuridad del huerto de Getsemaní.

 ¿A quién buscáis? ……, a Jesús de Nazaret.

Jesús responde: ¡Yo soy!

 Sí, yo soy ese que hace poco aclamabais a la entrada de Jerusalén, ese que estuvo siempre al lado de pobres, enfermos y oprimidos, ese que dio vista al ciego y abrió los oídos a los sordos, el que curó leprosos, levantó a los paralíticos y tantas cosas más, … pero ahora venís a prenderme.

Comienza la Pasión del Cristo, el ungido de Dios, el Mesías tan esperado y luego no reconocido, el que por amor nos lo dio todo y nosotros le arrebatamos la vida y hasta la última gota de sangre.

Prendido Jesús, comienza su condena antes de ser juzgado, larga noche de abucheos, empujones, bofetadas, insultos. Como dice la Escritura, “entre los delincuentes fue contado”.

Fue negado tres veces…, hasta mi amigo íntimo en quien yo confiaba, el que compartía mi pan, me levanta calumnias.

Dijimos: ¡No conozco a ese hombre! Lo abandonamos a su suerte, y el gallo cantó para todos nosotros, surcando el llanto amargo de nuestro corazón.

Llevamos a Jesús ante el gobernador romano, ya que la ley hebrea no nos permitía actuar contra él en plena Pascua. Pilato se informa de las acusaciones y le pregunta: ¿Acaso eres rey? ¿Qué es la verdad? ¿No comprendes que tengo el poder de liberarte o darte muerte?

Jesús le responde: que soy Rey, tú lo dices, pero mi reino no es de este mundo. No tendrías autoridad si no te la hubiesen dado desde lo alto. Y en cuanto a la verdad….yo soy el camino, la verdad y la vida.

Cambiamos el perdón de un Barrabás cualquiera por un inocente Mesías.

Pilato, en ánimo de salvarle la vida, propone un castigo ejemplar, la flagelación.

Exhaustos los verdugos y destrozado el cuerpo de Jesús, como dijo el profeta: “traspasado por nuestros crímenes “, el castigo fue excepcional con un derramamiento de sangre tremendo, aquella sangre de la alianza nueva y eterna derramada por todos para el perdón de los pecados.

¡Crucifícalo! Era lo único que se oía después del tormento.

Pilato se lava las manos y dice: soy inocente de la sangre de este hombre.

Y así, después de ser cruelmente azotado, triturado su cuerpo y coronado de espinas, le ponen un manto púrpura para burlarse de su realeza. El Mesías, el Hijo de Dios, aún vivo comienza su andadura hacia el Calvario.

Si un amigo mío hubiese muerto por mi causa tratando de favorecerme, sería muy ingrato por mi parte no recordarlo al pasar el tiempo, y peor aún, si dijera: bueno, hablemos de otra cosa.

Es curioso, la poca impresión que nos produce a muchos cristianos la pasión de Nuestro Señor. Seguimos con nuestras vidas de conformismo, disfrutes y placeres. Nuestra vida, como dicen las Escrituras, la mayor parte fatiga y esfuerzo inútil. Al menos Pilato preguntó: ¿Qué es la verdad?, nosotros, ni eso, miramos para otro lado y … a otra cosa. Volviendo a Jesús… por el pecado de su pueblo lo hirieron de muerte, y de su destino ¿quién se preocupa?         

Obligado a cargar con su propio patíbulo, observad con cuanto amor se abraza a la cruz.

En estos días, repetiremos: Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo.

Después de una larga noche sometido a la agitación y el escarnio, después de la tortura del día, con el cuerpo destrozado, sin tomar alimento ni agua, desfallecido, débil y prácticamente agotado, el varón de Dolores como dice Isaías, no rechaza su cruz, sino que nos enseña cómo llevarla.

“El que quiera, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga”.

Comienza el camino del Calvario

El desmayo, las caídas, el aplastamiento de sus carnes debajo de aquel pesado madero, van minando sus fuerzas. En la amargura de su titubeante caminar, ¡Su Madre! , sin pronunciar palabra oye el gemido de la Madre solitaria traspasada de dolor. ¡Hijo mío!

No hay más palabras, nada puede expresar los sentimientos que se agolpan, la soledad, la piedad, el dolor, la ternura, y aún en esos momentos…, la esperanza.

Apenas se tiene en pie, tiene grandes dificultades para llevar la cruz, los soldados apremian al Cirineo a que porte el peso que Jesús no puede. La Verónica trata de aliviar su sufrimiento secándole la cara, y unas mujeres le siguen llorando por él. Paso a paso, en un interminable tiempo, llega a su destino, el Gólgota, el lugar de la calavera.

Las Escrituras se cumplen: Mis vestidos se repartieron y para sí echaron suertes sobre mi túnica…

Despojado de todo y abandonado, sufre el primer estallido del martillo golpeando aquel clavo que traspasa su carne hasta el madero. Y así, clavado en la cruz, es levantado donde adquirirá el nombre sobre todo nombre: Jesús Nazareno Rey de los Judíos. Pilato lo hizo escribir en griego, latín y hebreo. Algunos quisieron cambiarlo, pero Pilato dijo: lo que está escrito, escrito está.

Poco aliento le quedaba al Maestro para hablar, pero lo poco, fue lo mucho que hasta en los últimos momentos nos dedicó:

Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.

No dejó fuera de la salvación a sus verdugos, no dejó a nadie fuera, moría por todos.

Fuimos perdonados y sin embargo no caemos en la cuenta a la mínima ofensa o burla que recibimos, a veces anida en nosotros el odio, el rencor, el deseo de venganza, ¿Dónde está la humildad recibida de nuestro Maestro? Nos perdonan miles de euros…, y somos incapaces de perdonar veinte céntimos.

Ama a tus enemigos, reza por ellos, pues si solo eres amigo de los que te quieren, ¿Qué mérito tienes?

También los opresores se quieren entre ellos.

Hoy estarás conmigo en el paraíso.

Si el malvado, se convierte de todos los pecados que cometió, ciertamente vivirá, no morirá. Ninguno de los pecados que cometió se le tendrá en cuenta, dice Ezequiel. El pasado personal, no hipoteca el futuro.

Padre, ayúdanos a llorar nuestros pecados del pasado y a evitar las faltas en lo porvenir.

 Mujer, he ahí tu Hijo.

Sola te quedas en el mundo, ya no puedo ofrecerte más que la compañía de mi discípulo amado, el que testificará sobre mi muerte.

Dios mío, dios mío. ¿Por qué me desamparaste?

Gritó para manifestar en la tremenda amargura y soledad en que moría, sin alivio ni consuelo de nadie.

Desde nuestras comodidades y bienestar, cuantas veces decimos: ¡me pongo en tu lugar!

Jesús, el Hijo de Dios, sí se puso en nuestro lugar, se bajó a la altura del hombre, del humilde y pobre hombre, y sufre en sus carnes de hombre todo el rigor y dolor de la muerte en soledad, y no una muerte cualquiera, sino una muerte de cruz.

Tengo sed.

Qué lejos quedaba aquel día junto al pozo de Jacob, en Samaría, donde la samaritana le dijo: ¿Cómo tú siendo judío me pides de beber a mí que soy samaritana?. Y en otro pasaje de la Escritura: Me dejaron a mí, que soy fuente de aguas de vida, para hacerse cisternas agrietadas.

 Todo está consumado.

 Los sacrificios de la antigua ley, las oraciones de los patriarcas, las profecías sobre los ultrajes que había de padecer, y su propia muerte, se han realizado.

 Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

Y exhaló el aliento.        

El centurión exclamó: Verdaderamente era el Hijo de Dios.

Con el permiso de Pilato desclavaron el cuerpo, lo envolvieron en una sábana limpia y un seguidor de Jesús, José de Arimatea disponía de un sepulcro nuevo de su propiedad adonde lo llevaron.

Las manos amigas, aromatizadas con áloe y perfumes lo ungieron piadosamente, y la Madre puso en la lívida frente el largo beso del adiós, el último.

A la mañana siguiente, María Magdalena fue al sepulcro y ve quitada de él la piedra. Dos hombres con vestiduras deslumbrantes le preguntan: ¿por qué lloras?

Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.

Jesús estaba detrás y María no se daba cuenta, entonces la llamó ¡María!

Ella exclamó: ¡Maestro!

¿Por qué, pues, seguimos buscando entre los muertos al que está vivo?

Ha resucitado de entre los muertos.

Nos ha abierto el camino a la vida eterna, ojalá que, como decía Ezequiel se nos arranque el corazón de piedra y tengamos un corazón de carne para recibir al Espíritu de Dios en nuestro interior.

Con ese corazón nuevo, y llenos de buenas intenciones, un año más vayamos a vivir esta Semana Santa, meditemos sobre estos tres días y desde lo profundo del alma, cuando pongamos una vela, una flor, cuando salgamos vestidos de nazarenos, cuando portemos un trono, cuando recemos y nos encontremos en las celebraciones, no pensemos tanto en el lucimiento ni convirtamos la Semana Santa en una rutina anual. Nuestro encuentro es con Dios. Jesús nos lo ha mostrado…. quien me ha visto a mí, ha visto al Padre.

No olvidemos que Dios nos quiere, se compadece de nosotros, padece con nosotros y no nos castiga según nuestras culpas, porque se acuerda que somos débiles, que somos de barro. Todos somos pecadores y por eso vamos a implorar su misericordia, como los niños, con las manos vacías, sin nada que ofrecer y sí mucho que pedir.

Convendría por nuestra parte, reflexionar sobre todo lo anteriormente expuesto, meditar a fondo y a partir de ahora tener o renovar con más intensidad nuestros buenos propósitos. Hasta la fecha, aquí todo lo pone Jesús con su infinito amor y cumpliendo la voluntad del Padre, y nosotros, ¿qué?

Me viene a la memoria aquella petición que decía: Señor, que me toque la lotería, que me toque… Y una voz del cielo le dijo: ¡compra el décimo por lo menos!, y ahí estamos, ¿vamos a comprar ese décimo, o al pasar la Semana Santa ya toca otra cosa?

Jesús, no resucitó y ya está, como hemos sido redimidos… ya vale y qué bien, Jesús subió al cielo pero nos dejó en una iglesia peregrina con la misión de comunicar el mensaje, comunicar nuestra alegría, evangelizar y ayudar a los demás para que todos nos comportemos como verdaderos hijos de Dios.

Debemos continuar la senda trazada por nuestro Maestro…A los apóstoles les dijo: id y haced discípulos en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Ardua tarea la que tenemos los cristianos por delante.  Cada uno de nosotros está en una situación diferente.  No nos va a todos igual, por eso hay motivos suficientes para provocar la solidaridad. La caridad cristiana, debe brillar para iluminar este mundo tan falto de valores y tan lleno de problemas.

Posiblemente no se solucionen muchos de esos problemas, pero los veremos de forma diferente si los afrontamos como un camino más hacia Dios.

Como alguien decía, para que el mal triunfe sólo hace falta que las gentes de bien no hagan nada.

Cada uno de nosotros, en mayor o menor medida podemos hacer algo, ya sea económico o bien afectivo o en el cambio de actitud hacia los demás. Decía Jesús: Yo soy el camino, el camino, la verdad y la vida, pues ahí está nuestra labor, seguir ese camino y buscar siempre la verdad, aunque sea incómoda. Nosotros no tenemos que imponer, ni siquiera convencer. Tenemos que sembrar, tenemos que dar ejemplo, y después, como dice un pasaje del apocalipsis: mirad que estoy a la puerta y llamo, si alguien me abre comeré con él y él conmigo.

Muchos familiares y amigos ya no están aquí. Van camino al encuentro con Dios. La felicidad y la paz que tanto han estado buscando sólo la podrán encontrar en Dios, origen y meta de todas las cosas. Para ellos, el primer mundo ha pasado, ahora se encuentran de camino hacia algo todo nuevo.

Al igual que ellos, un día, nosotros también recibiremos el frío abrazo de la hermana muerte, nuestro corazón se apagará, faltará el aliento, y en esos últimos instantes, la poca consciencia que nos quede, nos llevará a ver como se nos han pasado los años, como una sombra que pasa.

Recordaremos las veces que no pedimos perdón, nuestros errores, el rechazo a veces de nuestros hermanos, entonces, la tristeza, el temor y el llanto interior de todo nuestro ser, acudirán a nosotros, como compañeros de viaje, pero Jesús, el Cristo, que dio su vida por nosotros,  enjugará las lágrimas de nuestros tristes y arrepentidos ojos.

Pero la historia aún no ha terminado, el Sábado se descubre el Sepulcro vacío que demuestra que, para el creyente. El Amor no es una pasión inútil, el verdadero amor es más fuerte que la muerte, es la puerta del cielo, semilla de la dicha, antesala de la eternidad, pues gracias a él llegamos a la Resurrección. Esta es la gran lección cristiana. Dios murió por todos nosotros, para resucitar también con todos nosotros. El cristianismo es la religión de la resurrección y esta realidad, le hizo exclamar al apóstol San Pablo. “Muerte” ¿Dónde está tu victoria?

Hoy brilla una luz especial en el corazón de todos los que creemos en Cristo, con Él, con su gracia y su fuerza, su amistad y compañía, todos los obstáculos son superables, todos los problemas solubles, todos los sacrificios llevaderos y todas las penas pasajeras.

Hoy es un día especial para sentirse amigo de Dios. 

Hermanos, porque somos Hijos de Dios, disfrutemos de esta Semana Santa, meditando, orando, y recordando que nuestro Padre que está en los cielos nos ve, nos ayuda …. Y nos espera.

Aún estamos a tiempo de hacer el bien, vayamos con alegría a nuestra Semana Santa.

Muchas gracias. /

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Pregón de la Semana Santa 2023, de Marino Fenollar Alarcón

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Dicen que “La  gratitud, es el recuerdo del corazón”, y yo, agradezco profundamente que la Junta General de Cofradías se haya acordado de mí,  adjudicándome cualidades que en absoluto  poseo.

Posiblemente, será en “represalia”, por los años en que compartimos tantas horas de reuniones, trabajo, desvelos y alguna que otra satisfacción, en la organización de la Semana Santa, en mi etapa de tantos años como secretario de la Junta General.

Por este motivo, quiero en primer lugar reconocer a las Cofradías, sus directivas y sus hermanos, que con mucho sacrificio, ilusión y pocos recursos, hacen posible que año tras año, mantengan viva la Tradición.

Recordemos:

La alegría de la borriquilla entre palmas y ramos del Domingo.

El doloroso viacrucis en silencio del martes de Crucíferos.

La Amargura del Señor en el huerto de los olivos.

Jesús maniatado preso y negado por todos junto a Pilatos.

El Nazareno, flagelado, doliente, y la angustia de su madre.

El dolor de una madre con su hijo muerto en el regazo.

El cuerpo inerte   de Jesús en el Sepulcro.

La Soledad, la tristeza y el desamparo de una madre.

La luminosidad del Domingo del Resucitado.

Se trata de Dios, el mismo Dios hecho hombre, caminando ante nuestros ojos en una imagen repetida desde niños.

En las frías noches de enero, se escuchan a lo lejos, redobles de tambor y sones de cornetas, todavía desafinados. Es el pequeño anuncio de que algo especial pronto llegara. 

Con el comienzo de la Cuaresma, las Cofradías descuelgan de sus armarios, mantos, túnicas, vestidos y hábitos. Se preparan los pasos, candelabros y velas. Se bajan Imágenes de su pedestal. Trabajo que con pasión y esmero cuidado, realizan mayores y jóvenes, al amparo de sus Cofradías. Teniendo como destino la Parroquia que a todos une y da cobijo.

Pronto todo cambiara. Las Imágenes y pasos irán apareciendo uno tras otro, repletos de sentimiento y hermosura. Se comienza a percibir olores a incienso, flores y cera.

La Parroquia, se convierte en el centro de la vida del pueblo estos días. A todos nos conmueven las celebraciones litúrgicas de Jueves y Viernes Santo.  Las lecturas de la Pasión, las homilías de nuestros sacerdotes. Todo nos hace meditar sobre nuestra frágil condición humana y al final la alegría de la Vigilia Pascual de Sábado Santo.

Recuerdos e imágenes, que tengo guardadas en mi memoria. Sobre todo, de la Cofradía de Jesús Nazareno de Medinaceli, de la que mi padre, fue uno de sus fundadores y a la que pertenezco casi desde la pila bautismal. Agradeciendo a los hermanos que me diesen su apoyo y confianza para presidir la Cofradía durante 35 años y permitiéndome celebrar el 75 aniversario de la misma.  Nuestro recuerdo, más especial en estos días, a los miembros de la Junta que tanto colaboraron con la Cofradía y por desgracia ya no están con nosotros. 

Cómo no sentir un escalofrío en el alma, al tratar de narrar algo tan grandioso que a todos nos supera.

Un año más, sucede el acontecimiento más importante de todos los tiempos, nuestro Señor Jesucristo,  se ofrece como víctima para salvación de todos los hombres, su Pasión Muerte y Resurrección son lo más importante de nuestra vida cristiana

Pregonar nuestra Semana Santa me parece una tarea difícil, pero al mismo tiempo me llena de honor y alegría. Amo a mi pueblo y sus tradiciones, las que me han forjado a sentir nuestra Semana Santa, poniendo mi corazón en estas palabras para compartir con vosotros.

Pregonar es anunciar y proclamar, gritar a los cuatro vientos que comienza la Semana Grande de nuestro pueblo, y a la vez tratar de explicar con claridad,  lo que acontece en esta Semana. Lo verdaderamente esencial de este acontecimiento que es el gran misterio de nuestra fe: la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Para los cristianos, es tiempo de reflexión interior y de penitencia, pues al conmemorar este sagrado misterio. Nos sentimos más cercanos entre nosotros y más cercanos a Dios. Nos toca orar juntos, como si lo hiciéramos junto a Jesús en el Huerto de los Olivos para acompañarle en el doloroso camino que termina en la cruz.

En esta Semana Santa, mirando a Jesús, que todo lo da por ti, por mí y por todos, podemos aprender a amar con Él, a ser generosos, a tener manos abiertas para acoger a los demás, a pedir Justicia que esperan los que mueren por llegar a occidente, los ahogados de cansancio, los que no tienen ni padre, ni madre, ni patria ni casa, los que no tienen familia, los que no tienen ni tumba, cuando la soledad se queda a vivir permanentemente.

Cuando son sacudidos por la desgracia de la guerra y los desastres naturales como actualmente en Turquía y Siria. Los que esperan una ayuda del mundo que nada en la abundancia. También Señor son hijos de tu pasión, de esa palabra tuya que habla de Amor y Justicia.  Qué poco merito tiene dar lo que nos sobra. Tampoco basta con dar. Es necesario darse. Como Jesús en la cruz, podemos aprender de Él a mirar a las personas compasivamente, como Jesús, Él se compadece y padece con nosotros y por nosotros, podemos perdonar y seguir a Jesús de cerca en el caminar del día a día, con nuestra cruz, nuestras esperanzas …, y con la verdad de nuestra vida.       

Es momento para meditar sobre lo vivido. Recordar lo que hemos logrado y a quien hemos ayudado.  Es tiempo para agradecer a Dios por nosotros y nuestra familia. También para plantearnos nuevas metas, nuevos sueños y orar para que Él nos de salud y fuerza para poder lograrlos.

Para muchos es simplemente la muerte de un gran hombre. Para los que creemos en Jesús, además de recordar la tragedia de su muerte, celebramos especialmente el significado de su Resurrección para nuestras vidas. Para meditar y comprender que no somos gran cosa, una partícula más de la vida. Que somos afortunados solo con existir y que debemos agradecer lo que tenemos y que nos ha dado el Señor, antes de que llegue el momento de perderlo, que algún día llegara. 

En este tiempo santo, fijemos nuestros ojos en Cristo Resucitado que trae nueva vida a todos.

Cristo vive y nos llama a la vida, a comunicarla, a ser la sal y la luz del mundo, y a confiar en que un día seremos felices con Él.

Cristo resucitado sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Comienza ahora, después de la última cena, la noche oscura de Getsemaní, llamado el Huerto de los Olivos.

Terminada la Cena Pascual, Jesús y sus discípulos se encaminaron a un huerto cercano llamado de los olivos.

Jesús les dijo, velad conmigo, voy más delante a orar…, dirigiéndose al Padre, decía: Si puedes, aleja de mi toda esta amargura, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

En aquel momento, pudo ver el sufrimiento que le esperaba, el desprecio que iba a sufrir, los tormentos y su muerte, pero se sometió con toda obediencia a la voluntad del Padre.

Una turba de gente, con soldados, armas y antorchas recorre la oscuridad del huerto de Getsemaní.

 ¿A quién buscáis? ……, a Jesús de Nazaret.

Jesús responde: ¡Yo soy!

 Sí, yo soy ese que hace poco aclamabais a la entrada de Jerusalén, ese que estuvo siempre al lado de pobres, enfermos y oprimidos, ese que dio vista al ciego y abrió los oídos a los sordos, el que curó leprosos, levantó a los paralíticos y tantas cosas más, … pero ahora venís a prenderme.

Comienza la Pasión del Cristo, el ungido de Dios, el Mesías tan esperado y luego no reconocido, el que por amor nos lo dio todo y nosotros le arrebatamos la vida y hasta la última gota de sangre.

Prendido Jesús, comienza su condena antes de ser juzgado, larga noche de abucheos, empujones, bofetadas, insultos. Como dice la Escritura, “entre los delincuentes fue contado”.

Fue negado tres veces…, hasta mi amigo íntimo en quien yo confiaba, el que compartía mi pan, me levanta calumnias.

Dijimos: ¡No conozco a ese hombre! Lo abandonamos a su suerte, y el gallo cantó para todos nosotros, surcando el llanto amargo de nuestro corazón.

Llevamos a Jesús ante el gobernador romano, ya que la ley hebrea no nos permitía actuar contra él en plena Pascua. Pilato se informa de las acusaciones y le pregunta: ¿Acaso eres rey? ¿Qué es la verdad? ¿No comprendes que tengo el poder de liberarte o darte muerte?

Jesús le responde: que soy Rey, tú lo dices, pero mi reino no es de este mundo. No tendrías autoridad si no te la hubiesen dado desde lo alto. Y en cuanto a la verdad….yo soy el camino, la verdad y la vida.

Cambiamos el perdón de un Barrabás cualquiera por un inocente Mesías.

Pilato, en ánimo de salvarle la vida, propone un castigo ejemplar, la flagelación.

Exhaustos los verdugos y destrozado el cuerpo de Jesús, como dijo el profeta: “traspasado por nuestros crímenes “, el castigo fue excepcional con un derramamiento de sangre tremendo, aquella sangre de la alianza nueva y eterna derramada por todos para el perdón de los pecados.

¡Crucifícalo! Era lo único que se oía después del tormento.

Pilato se lava las manos y dice: soy inocente de la sangre de este hombre.

Y así, después de ser cruelmente azotado, triturado su cuerpo y coronado de espinas, le ponen un manto púrpura para burlarse de su realeza. El Mesías, el Hijo de Dios, aún vivo comienza su andadura hacia el Calvario.

Si un amigo mío hubiese muerto por mi causa tratando de favorecerme, sería muy ingrato por mi parte no recordarlo al pasar el tiempo, y peor aún, si dijera: bueno, hablemos de otra cosa.

Es curioso, la poca impresión que nos produce a muchos cristianos la pasión de Nuestro Señor. Seguimos con nuestras vidas de conformismo, disfrutes y placeres. Nuestra vida, como dicen las Escrituras, la mayor parte fatiga y esfuerzo inútil. Al menos Pilato preguntó: ¿Qué es la verdad?, nosotros, ni eso, miramos para otro lado y … a otra cosa. Volviendo a Jesús… por el pecado de su pueblo lo hirieron de muerte, y de su destino ¿quién se preocupa?         

Obligado a cargar con su propio patíbulo, observad con cuanto amor se abraza a la cruz.

En estos días, repetiremos: Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo.

Después de una larga noche sometido a la agitación y el escarnio, después de la tortura del día, con el cuerpo destrozado, sin tomar alimento ni agua, desfallecido, débil y prácticamente agotado, el varón de Dolores como dice Isaías, no rechaza su cruz, sino que nos enseña cómo llevarla.

“El que quiera, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga”.

Comienza el camino del Calvario

El desmayo, las caídas, el aplastamiento de sus carnes debajo de aquel pesado madero, van minando sus fuerzas. En la amargura de su titubeante caminar, ¡Su Madre! , sin pronunciar palabra oye el gemido de la Madre solitaria traspasada de dolor. ¡Hijo mío!

No hay más palabras, nada puede expresar los sentimientos que se agolpan, la soledad, la piedad, el dolor, la ternura, y aún en esos momentos…, la esperanza.

Apenas se tiene en pie, tiene grandes dificultades para llevar la cruz, los soldados apremian al Cirineo a que porte el peso que Jesús no puede. La Verónica trata de aliviar su sufrimiento secándole la cara, y unas mujeres le siguen llorando por él. Paso a paso, en un interminable tiempo, llega a su destino, el Gólgota, el lugar de la calavera.

Las Escrituras se cumplen: Mis vestidos se repartieron y para sí echaron suertes sobre mi túnica…

Despojado de todo y abandonado, sufre el primer estallido del martillo golpeando aquel clavo que traspasa su carne hasta el madero. Y así, clavado en la cruz, es levantado donde adquirirá el nombre sobre todo nombre: Jesús Nazareno Rey de los Judíos. Pilato lo hizo escribir en griego, latín y hebreo. Algunos quisieron cambiarlo, pero Pilato dijo: lo que está escrito, escrito está.

Poco aliento le quedaba al Maestro para hablar, pero lo poco, fue lo mucho que hasta en los últimos momentos nos dedicó:

Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.

No dejó fuera de la salvación a sus verdugos, no dejó a nadie fuera, moría por todos.

Fuimos perdonados y sin embargo no caemos en la cuenta a la mínima ofensa o burla que recibimos, a veces anida en nosotros el odio, el rencor, el deseo de venganza, ¿Dónde está la humildad recibida de nuestro Maestro? Nos perdonan miles de euros…, y somos incapaces de perdonar veinte céntimos.

Ama a tus enemigos, reza por ellos, pues si solo eres amigo de los que te quieren, ¿Qué mérito tienes?

También los opresores se quieren entre ellos.

Hoy estarás conmigo en el paraíso.

Si el malvado, se convierte de todos los pecados que cometió, ciertamente vivirá, no morirá. Ninguno de los pecados que cometió se le tendrá en cuenta, dice Ezequiel. El pasado personal, no hipoteca el futuro.

Padre, ayúdanos a llorar nuestros pecados del pasado y a evitar las faltas en lo porvenir.

 Mujer, he ahí tu Hijo.

Sola te quedas en el mundo, ya no puedo ofrecerte más que la compañía de mi discípulo amado, el que testificará sobre mi muerte.

Dios mío, dios mío. ¿Por qué me desamparaste?

Gritó para manifestar en la tremenda amargura y soledad en que moría, sin alivio ni consuelo de nadie.

Desde nuestras comodidades y bienestar, cuantas veces decimos: ¡me pongo en tu lugar!

Jesús, el Hijo de Dios, sí se puso en nuestro lugar, se bajó a la altura del hombre, del humilde y pobre hombre, y sufre en sus carnes de hombre todo el rigor y dolor de la muerte en soledad, y no una muerte cualquiera, sino una muerte de cruz.

Tengo sed.

Qué lejos quedaba aquel día junto al pozo de Jacob, en Samaría, donde la samaritana le dijo: ¿Cómo tú siendo judío me pides de beber a mí que soy samaritana?. Y en otro pasaje de la Escritura: Me dejaron a mí, que soy fuente de aguas de vida, para hacerse cisternas agrietadas.

 Todo está consumado.

 Los sacrificios de la antigua ley, las oraciones de los patriarcas, las profecías sobre los ultrajes que había de padecer, y su propia muerte, se han realizado.

 Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

Y exhaló el aliento.        

El centurión exclamó: Verdaderamente era el Hijo de Dios.

Con el permiso de Pilato desclavaron el cuerpo, lo envolvieron en una sábana limpia y un seguidor de Jesús, José de Arimatea disponía de un sepulcro nuevo de su propiedad adonde lo llevaron.

Las manos amigas, aromatizadas con áloe y perfumes lo ungieron piadosamente, y la Madre puso en la lívida frente el largo beso del adiós, el último.

A la mañana siguiente, María Magdalena fue al sepulcro y ve quitada de él la piedra. Dos hombres con vestiduras deslumbrantes le preguntan: ¿por qué lloras?

Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.

Jesús estaba detrás y María no se daba cuenta, entonces la llamó ¡María!

Ella exclamó: ¡Maestro!

¿Por qué, pues, seguimos buscando entre los muertos al que está vivo?

Ha resucitado de entre los muertos.

Nos ha abierto el camino a la vida eterna, ojalá que, como decía Ezequiel se nos arranque el corazón de piedra y tengamos un corazón de carne para recibir al Espíritu de Dios en nuestro interior.

Con ese corazón nuevo, y llenos de buenas intenciones, un año más vayamos a vivir esta Semana Santa, meditemos sobre estos tres días y desde lo profundo del alma, cuando pongamos una vela, una flor, cuando salgamos vestidos de nazarenos, cuando portemos un trono, cuando recemos y nos encontremos en las celebraciones, no pensemos tanto en el lucimiento ni convirtamos la Semana Santa en una rutina anual. Nuestro encuentro es con Dios. Jesús nos lo ha mostrado…. quien me ha visto a mí, ha visto al Padre.

No olvidemos que Dios nos quiere, se compadece de nosotros, padece con nosotros y no nos castiga según nuestras culpas, porque se acuerda que somos débiles, que somos de barro. Todos somos pecadores y por eso vamos a implorar su misericordia, como los niños, con las manos vacías, sin nada que ofrecer y sí mucho que pedir.

Convendría por nuestra parte, reflexionar sobre todo lo anteriormente expuesto, meditar a fondo y a partir de ahora tener o renovar con más intensidad nuestros buenos propósitos. Hasta la fecha, aquí todo lo pone Jesús con su infinito amor y cumpliendo la voluntad del Padre, y nosotros, ¿qué?

Me viene a la memoria aquella petición que decía: Señor, que me toque la lotería, que me toque… Y una voz del cielo le dijo: ¡compra el décimo por lo menos!, y ahí estamos, ¿vamos a comprar ese décimo, o al pasar la Semana Santa ya toca otra cosa?

Jesús, no resucitó y ya está, como hemos sido redimidos… ya vale y qué bien, Jesús subió al cielo pero nos dejó en una iglesia peregrina con la misión de comunicar el mensaje, comunicar nuestra alegría, evangelizar y ayudar a los demás para que todos nos comportemos como verdaderos hijos de Dios.

Debemos continuar la senda trazada por nuestro Maestro…A los apóstoles les dijo: id y haced discípulos en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Ardua tarea la que tenemos los cristianos por delante.  Cada uno de nosotros está en una situación diferente.  No nos va a todos igual, por eso hay motivos suficientes para provocar la solidaridad. La caridad cristiana, debe brillar para iluminar este mundo tan falto de valores y tan lleno de problemas.

Posiblemente no se solucionen muchos de esos problemas, pero los veremos de forma diferente si los afrontamos como un camino más hacia Dios.

Como alguien decía, para que el mal triunfe sólo hace falta que las gentes de bien no hagan nada.

Cada uno de nosotros, en mayor o menor medida podemos hacer algo, ya sea económico o bien afectivo o en el cambio de actitud hacia los demás. Decía Jesús: Yo soy el camino, el camino, la verdad y la vida, pues ahí está nuestra labor, seguir ese camino y buscar siempre la verdad, aunque sea incómoda. Nosotros no tenemos que imponer, ni siquiera convencer. Tenemos que sembrar, tenemos que dar ejemplo, y después, como dice un pasaje del apocalipsis: mirad que estoy a la puerta y llamo, si alguien me abre comeré con él y él conmigo.

Muchos familiares y amigos ya no están aquí. Van camino al encuentro con Dios. La felicidad y la paz que tanto han estado buscando sólo la podrán encontrar en Dios, origen y meta de todas las cosas. Para ellos, el primer mundo ha pasado, ahora se encuentran de camino hacia algo todo nuevo.

Al igual que ellos, un día, nosotros también recibiremos el frío abrazo de la hermana muerte, nuestro corazón se apagará, faltará el aliento, y en esos últimos instantes, la poca consciencia que nos quede, nos llevará a ver como se nos han pasado los años, como una sombra que pasa.

Recordaremos las veces que no pedimos perdón, nuestros errores, el rechazo a veces de nuestros hermanos, entonces, la tristeza, el temor y el llanto interior de todo nuestro ser, acudirán a nosotros, como compañeros de viaje, pero Jesús, el Cristo, que dio su vida por nosotros,  enjugará las lágrimas de nuestros tristes y arrepentidos ojos.

Pero la historia aún no ha terminado, el Sábado se descubre el Sepulcro vacío que demuestra que, para el creyente. El Amor no es una pasión inútil, el verdadero amor es más fuerte que la muerte, es la puerta del cielo, semilla de la dicha, antesala de la eternidad, pues gracias a él llegamos a la Resurrección. Esta es la gran lección cristiana. Dios murió por todos nosotros, para resucitar también con todos nosotros. El cristianismo es la religión de la resurrección y esta realidad, le hizo exclamar al apóstol San Pablo. “Muerte” ¿Dónde está tu victoria?

Hoy brilla una luz especial en el corazón de todos los que creemos en Cristo, con Él, con su gracia y su fuerza, su amistad y compañía, todos los obstáculos son superables, todos los problemas solubles, todos los sacrificios llevaderos y todas las penas pasajeras.

Hoy es un día especial para sentirse amigo de Dios. 

Hermanos, porque somos Hijos de Dios, disfrutemos de esta Semana Santa, meditando, orando, y recordando que nuestro Padre que está en los cielos nos ve, nos ayuda …. Y nos espera.

Aún estamos a tiempo de hacer el bien, vayamos con alegría a nuestra Semana Santa.

Muchas gracias. /

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