Cuando todavía no sabíamos nada oficialmente del (o de la) Covid, durante la última comida que tuve con una amiga, afirmaba ella que este país podría volver a pasar hambre. Repasando someramente la “rueda” de la Historia, así lo situamos en diferentes momentos; en muchos por causas distintas y en tantos otros, idénticas. Mi amiga y yo coincidimos en que ya durante el S. III d. de C. ya se respiraba una conciencia de crisis. Se aceleró un proceso de cambios que preludiaron el fin del Imperio Romano que desembocó en el mundo medieval. Aquellos fueron de naturaleza socio-económica, política y de las mentalidades. Se iría instalando una progresiva ruralización en detrimento del mundo urbano hacia lo que se ha llamado una “economía natural”.
Sin haber sido aquellas las causas, desde finales del siglo pasado, la sociedad postmoderna mira hacia el campo sin desprenderse de su “pose” urbana. Sus miembros se engolan unas “cultura clorofílica”; unos a corta distancia de las urbes (espacio periurbano) y otros escabulléndose en sus segundas y confortables residencias rurales.
Desde el comienzo del/la covid-crisis, la situación en bastantes ciudades, podría estar resultando harto complicada. Se vuelven a mostrar más inseguras, incómodas, caras y algunas tan “atalayadas” que resulta muy arduo “escapar”. Con todo, los habitantes que pueden, se refugian en sus pueblos de origen o adquieren viviendas rurales, no sabemos si algunos con la esperanza de encontrar “bálsamos” físicos, sino también espirituales. Si se tratase de lo segundo, el horizonte no se muestra nada esperanzador. Si en el primer medievo, en iglesias, monasterios y cementerios se permitía honrar a Dios y a los muertos, ahora esa posibilidad queda autoritariamente (de autoridad) menguada.
Tampoco estamos seguros si en el medio rural no volveremos a pasar hambre.
Benito Cantero Ruiz. Catedrático de Geografía e Historia y Doctor en Antropología




