Con el breve relato hagio-iconográfico sobre San Pablo llegamos a fin del repaso que hemos venido haciendo del retablo mayor de la Iglesia de Ntra. Señora de Asunción, de Socuéllamos. Han sido veinte los santos tratados, desde Santa Isabel de Hungría, relato que comenzamos el 6 de agosto de 2023, hasta el arriba mencionado: San Pablo, hoy 3 de abril de 2025. A todos los que los hayan leído, gracias.
Pablo de Tarso, de nombre judío Saulo de Tarso o Saulo Pablo, y más conocido como san Pablo (Tarso, Cilicia, costa suroriental de la actual Turquía, 5-10 d. C.-Roma, 58-67)
Es sabido que San Pablo no se encuentra entre los doce discípulos escogidos por Jesús, sin embargo la Iglesia lo considera uno de sus más destacados bastiones. Esto es así porque a él se debe la extensión y universalización del cristianismo primitivo al predicar y defender el Evangelio entre los no judíos (Hch 26, 17-18). De ahí el sobrenombre de “Apóstol de los Gentiles". Pero antes de su conversión formó parte de la rigurosa secta de los fariseos1, habiéndose dedicado en su juventud a perseguir y encarcelar a los seguidores de Jesús Nazareno. Tal fue su ahínco que, incluso, presenció la lapidación de San Esteban, primer protomártir, mientras guardaba las capas de sus verdugos /(Hch 7, 58, 60; 22, 20)
Un hecho fue trascendental en su vida: un día cuando se dirigía a Damasco una intensa luz lo derribó del caballo y cayó a tierra quedándose ciego. Entonces oyó una voz que le decía “Saulo, Saulo, por qué me persigues”. Él respondió: “Quién eres, Señor”. Y de nuevo la voz contestó: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues, levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (Hch 0, 4-5). Estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió. (Hch 9, 4-9). Fue el discípulo Ananías - otro santo que la Iglesia también recuerda hoy -2 quien le impuso las manos y le dijo: 'Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Al instante cayeron de sus ojos como unas escamas, y recobró la vista; y se levantó y fue bautizado. Tomó alimentos y cobró fuerzas'. (Hch 9, 17-19).
Una vez convertido y bautizado cambió su nombre por el de Pablo o Paulo (Hch 13, 9; 17, 33). “Cambió el nombre de la soberbia por el de la humildad”, dice San Agustín, “Pablo, en efecto, significa pequeño”. Habiendo sido presentando por Bernabé a los apóstoles, estos estaban recelosos de su pasado, por lo que lo enviaron de vuelta a Tarso. Después de pasar un año con Bernabé en Antioquía, fue enviado a su primer viaje apostólico entre el años 45 y 49, a Chipre y Asia Menor, y de vuelta en Antioquía se enfrentó a aquellos que pretendían anteponer la observancia de la Ley a la creencia en Jesús. Esto le hizo ir a Jerusalén para dirimir la cuestión junto a los apóstoles. En aquel importante Concilio de Jerusalén (año 50), con la defensa de Pablo y el apoyo de Pedro se acuerda que sólo la fe en Cristo es necesaria para obtener la salvación.
Entre el 51 y el 53 realizó, junto a Silas, un segundo viaje para comunicar a las Iglesias ya fundadas lo acordado en Jerusalén. En aquel viaje fue a Macedonia y Filipos donde fueron apresados, pero Pabló esgrimió sus derechos como ciudadano romano. Después de separarse de Silas fue a Atenas y Corinto, donde, ante la intransigencia de sus compatriotas decidió dirigirse solo a los gentiles: “Caiga vuestra sangre sobre vuestras cabezas; limpio soy yo de ella. Desde ahora me dirigiré a los gentiles” /(Hch 18,6).
Tras varios viajes, incidentes y apresamientos, entre los años 63 y 64 realizó su viaje a España, como tenía proyectado hacer según refiere él mismo en su carta a los romanos (Rm 15,24). Este viaje parecer quedar confirmado por San Clemente cuando, en su primera carta a los corintios, aseguraba que San Pablo había “…llegado hasta los límites de Occidente”. Volvió después a Éfeso y a Macedonia; en Creta dejó a Tito al cargo de la Iglesia y partió para Nicópolis, en Épiro, pero arrestado, fue llevado de nuevo a Roma donde ya no le valió su condición de ciudadano romano, por lo que fue decapitado hacia el año 67. Antes de morir, envió a Timoteo su última carta: “…Ya me está preparada la corona de la justicia” (Tm 4, 7-8)
Sus atributos en las representaciones suelen ser la espada de su martirio y el libro, símbolo de la predicación evangélica y de sus cartas recogidas en el Nuevo Testamento. En la iconografía medieval, a San Pablo se le reconoce por su calvicie y su barba negra puntiaguda; como queda dicho lleva la espada del martirio en la mano derecha y viste túnica verde y manto rojo conforme al retrato atribuido a San Lucas. A partir del Concilio de Trento se le rejuvenece; ya aparece luciendo abundante cabello y una barba oscura muy poblada; y el instrumento de su martirio es desde ese momento un montante, o un mandoble, una gran espada que, incluso, puede superar su altura. En las imágenes devocionales suele ir en compañía de San Pedro (en nuestro retablo ambas figuras coronan cada una el ático) con quien se le asocia, pues no solo murieron ambos en Roma, según la tradición, el mismo día y a la misma hora, sino porque sobre ellos sustenta la Iglesia los pilares de su fe. San Dionisio los llamó “columnas del mundo” De ahí que, a pesar de no figurar entre los doce apóstoles, el arte lo incluye en los apostolados, no sustituyendo a Judas, sino a Matías.
San Pablo es uno de los muchos santos patronos de los misioneros, evangelistas, escritores y trabajadores públicos. El 29 de junio se celebra la Solemnidad de San Pedro y San Pablo Apóstoles. Si bien también se celebra, cada 25 de enero, la Conversión de San Pablo.
Benito Cantero Ruiz. Catedrático de Gª e Historia y Dr. en Antropología.
1 Saulo era un judío, miembro de la secta de los fariseos, la más estricta. Por lo tanto, era natural que él, educado en la escuela de Gamalie. https://www.vaticannews.va/es/santos/01/25/conversion-de-san-pablo--apostol.html
2 Ibidem
