Gema y Pilar despliegan su actividad en Guinea Ecuatorial

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Socuéllamos, 22 de julio de 2025

Gema y Pilar llevan tres días desplegando su actividad en Guinea y comparten con nosotros sus vivencias. Contandonos historias trágicas y felices. Nos hablan de personas que pasan dos días sin comer hasta que llegan las misioneras a llevarles leche en polvo y pan.

Domingo 20 de julio

Amanece en Evynayot el segundo día con el canto de los gallos. Es domingo, y todos los lugareños se visten con sus mejores galas para celebrar la Eucaristía a las 9:00 h. Pero antes, debíamos esperar a que finalizara la Misa Fang, que comenzaba a las 7:00 de la mañana. Esta misa, llena de cánticos muy alegres, se acompaña con instrumentos artesanales fabricados por ellos mismos, como xilófonos y tambores.

Impresiona ver cómo, a pesar de las condiciones en las que viven y el estado de sus casas, se visten con ropa elegante y lo mejor que tienen para esta celebración. Parece que vienen de otro lugar. Es un día grande.

Después, nuestra Eucaristía comienza con guitarras y tambores, y está llena de niños en el coro y en la iglesia. Posteriormente, compartimos juegos, abrazos y, cómo no, nos tocaban el pelo, ya que lo tenemos muy liso, algo que les llama mucho la atención.

Más tarde, partimos hacia un destino distinto al que imaginábamos. En medio de tanta pobreza, a tan solo 60 km y en plena selva, nos encontramos con un resort de lujo, donde pudimos ver chimpancés. En esta ciudad, Oyala, fue donde rescataron al famoso Copito de Nieve y donde se grabó la película Gorilas en la niebla.

Al regresar a “casa”, volvimos a visitar a personas enfermas y necesitadas. Les llevamos ropa, vimos sus heridas y, sobre todo, recibimos mucho cariño y sonrisas de su parte.

Lunes 21 de julio

Comenzamos el tercer día en Evinayong. Todo empieza con la Eucaristía, seguida del desayuno, y luego nos dirigimos al instituto, donde montamos una clínica improvisada. Allí colgamos con orgullo nuestra bandera de Socuéllamos, muy orgullosas de nuestro pueblo y compartiendo cómo es vivir en él y en España.

Empiezan a llegar los primeros pacientes. A cada uno se le entrega un número para mantener el orden, y además se va anotando en una hoja todo lo que se le realiza, para dejar constancia de las intervenciones médicas.

La mañana transcurre de esta manera. Aquí, los africanos tienen un umbral del dolor mucho más alto. Gema ha podido constatar que la queja se deja de lado cuando la necesidad es absoluta.

Por la tarde, nos disponemos a visitar un poblado cercano a Evinayong. El trayecto es un camino de tierra lleno de baches, que atraviesa la selva. Durante el recorrido, vemos pasar elefantes y monos frente a nuestro coche. Tras una hora de viaje, llegamos al poblado: son solo unas pocas casas dispersas, muchas de ellas medio derrumbadas. La “plaza” del pueblo es simplemente un espacio amplio cubierto de tierra. No hay asfalto, ni agua potable, ni electricidad.

Gema comienza a atender a los pacientes, abriendo bocas mientras ellos se sientan en una silla de plástico y apoyan la cabeza en la pared. Si en Evinayong la queja era casi inexistente, en este poblado nos impresiona aún más la increíble tolerancia al dolor.

Y es que, cuando no tienes nada que perder, te das cuenta de que la capacidad de asombro es mucho mayor y la queja simplemente no existe: solo importa sobrevivir. Este poblado nos deja profundamente impresionadas. Es de una pobreza absoluta, pero solo en lo material, porque tienen un corazón tan sencillo y humilde que son capaces de sonreír incluso en condiciones que para nosotros serían impensables.

Damos gracias a Dios por el ejemplo que nos están dando, por poder vivir esta experiencia en primera persona y por compartir estos momentos con gente maravillosa, que estará eternamente agradecida por esta labor.

No se trata de dar, sino de recibir. Y eso es precisamente lo que Guinea está haciendo con nosotras.

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Gema y Pilar llevan tres días desplegando su actividad en Guinea y comparten con nosotros sus vivencias. Contandonos historias trágicas y felices. Nos hablan de personas que pasan dos días sin comer hasta que llegan las misioneras a llevarles leche en polvo y pan.

Domingo 20 de julio

Amanece en Evynayot el segundo día con el canto de los gallos. Es domingo, y todos los lugareños se visten con sus mejores galas para celebrar la Eucaristía a las 9:00 h. Pero antes, debíamos esperar a que finalizara la Misa Fang, que comenzaba a las 7:00 de la mañana. Esta misa, llena de cánticos muy alegres, se acompaña con instrumentos artesanales fabricados por ellos mismos, como xilófonos y tambores.

Impresiona ver cómo, a pesar de las condiciones en las que viven y el estado de sus casas, se visten con ropa elegante y lo mejor que tienen para esta celebración. Parece que vienen de otro lugar. Es un día grande.

Después, nuestra Eucaristía comienza con guitarras y tambores, y está llena de niños en el coro y en la iglesia. Posteriormente, compartimos juegos, abrazos y, cómo no, nos tocaban el pelo, ya que lo tenemos muy liso, algo que les llama mucho la atención.

Más tarde, partimos hacia un destino distinto al que imaginábamos. En medio de tanta pobreza, a tan solo 60 km y en plena selva, nos encontramos con un resort de lujo, donde pudimos ver chimpancés. En esta ciudad, Oyala, fue donde rescataron al famoso Copito de Nieve y donde se grabó la película Gorilas en la niebla.

Al regresar a “casa”, volvimos a visitar a personas enfermas y necesitadas. Les llevamos ropa, vimos sus heridas y, sobre todo, recibimos mucho cariño y sonrisas de su parte.

Lunes 21 de julio

Comenzamos el tercer día en Evinayong. Todo empieza con la Eucaristía, seguida del desayuno, y luego nos dirigimos al instituto, donde montamos una clínica improvisada. Allí colgamos con orgullo nuestra bandera de Socuéllamos, muy orgullosas de nuestro pueblo y compartiendo cómo es vivir en él y en España.

Empiezan a llegar los primeros pacientes. A cada uno se le entrega un número para mantener el orden, y además se va anotando en una hoja todo lo que se le realiza, para dejar constancia de las intervenciones médicas.

La mañana transcurre de esta manera. Aquí, los africanos tienen un umbral del dolor mucho más alto. Gema ha podido constatar que la queja se deja de lado cuando la necesidad es absoluta.

Por la tarde, nos disponemos a visitar un poblado cercano a Evinayong. El trayecto es un camino de tierra lleno de baches, que atraviesa la selva. Durante el recorrido, vemos pasar elefantes y monos frente a nuestro coche. Tras una hora de viaje, llegamos al poblado: son solo unas pocas casas dispersas, muchas de ellas medio derrumbadas. La “plaza” del pueblo es simplemente un espacio amplio cubierto de tierra. No hay asfalto, ni agua potable, ni electricidad.

Gema comienza a atender a los pacientes, abriendo bocas mientras ellos se sientan en una silla de plástico y apoyan la cabeza en la pared. Si en Evinayong la queja era casi inexistente, en este poblado nos impresiona aún más la increíble tolerancia al dolor.

Y es que, cuando no tienes nada que perder, te das cuenta de que la capacidad de asombro es mucho mayor y la queja simplemente no existe: solo importa sobrevivir. Este poblado nos deja profundamente impresionadas. Es de una pobreza absoluta, pero solo en lo material, porque tienen un corazón tan sencillo y humilde que son capaces de sonreír incluso en condiciones que para nosotros serían impensables.

Damos gracias a Dios por el ejemplo que nos están dando, por poder vivir esta experiencia en primera persona y por compartir estos momentos con gente maravillosa, que estará eternamente agradecida por esta labor.

No se trata de dar, sino de recibir. Y eso es precisamente lo que Guinea está haciendo con nosotras.

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