
Cuando cumplimos años y nos hacemos mayores, si tenemos una larga vida, tenemos que pagar como tributo indispensable de sufrimiento y pena: ver como se van y nos dejan para siempre nuestros seres más queridos, familiares y amigos.
Yo, aunque todavía no soy excesivamente mayor, pero ya tengo mis años, he sufrido en mis propias carnes el sentimiento y la pena de despedir a familiares, y algunos amigos, amigos de esos que son de toda la vida, y que por tanto están ligados a nosotros y forman parte de nuestra propia existencia.
Recientemente nos ha dejado Manolo Parra Pozuelo, otro de mis grandes amigos que la muerte me ha arrebatado. Nos veíamos con relativa frecuencia, cada vez que él venía a Socuéllamos o yo iba a Alicante, donde residía últimamente. La distancia no pudo romper nunca el sentimiento de amistad que nos unía, ni borrar de nuestras memorias los recuerdos de nuestros juegos infantiles vividos intensamente en nuestra calle Retamosa, en compañía de mis otros dos grandes amigos, Ramón Morcillo, cuya temprana muerte me llenó de profundo sentimiento, y Octavio Alcolea con el que de vez en cuando repasamos nuestros comunes recuerdos.
Manolo Parra ha sido un socuellamino notable, empezó su formación académica estudiando bachillerato y magisterio y finalmente licenciándose en Filosofía y Letras, lo que le llevó a ejercer como profesor de EGB en las Palmas de Gran Canaria, y después en Alicante como profesor de Lengua y Literatura hasta su jubilación.
Pero sobre todo ha sido un gran poeta, logrando numerosos premios y reconocimientos. En 1963, con 21 años, obtuvo el Primer Premio de los Juegos Florales de Ciudad Real, con su obra titulada “Diez humanos sonetos terrenales”.
En 1965 fue Mantenedor de los II Juegos Florales que se celebraron en Socuéllamos con motivo de sus Ferias y Fiestas.
En 1992 fue galardonado con el premio “Vicente Mojica”, que convocó el Ateneo Científico y Literario de Alicante, y el año siguiente, por su libro “Mi voz en otros cantos”, recibió el "Amantes de Teruel".
Además, en el año 2002 recibió el premio “Carmen Arias” que convoca anualmente el Ayuntamiento de Socuéllamos.
Su actividad literaria está centrada también en la crítica y en las crónicas históricas, entre las que destacan las realizadas sobre autores de la talla de Pedro Lezcano, Agustín Millares, Juan Alcaide o Miguel Hernández.
En la actualidad era coordinador de la revista “Auca”, que publica la Asociación Cultural Auca de las Letras de Alicante. Y algo que debemos de agradecerle es la creación de la revista literaria "Abeyezat", en la que relaciona a todos los escritores de Socuéllamos.
Socuéllamos y sus gentes siempre fueron para él motivo de inspiración, dedicándole repetidamente sonetos llenos de recuerdos. Así, podemos citar su gran Pentalogía del Vino, en la que con cinco sonetos homenajea a cuatro pintores locales: Julián Sarrión, Vicente Huedo, José Lara y Juan José Romero, igualmente ha escrito muchas composiciones poéticas relacionadas con su familia, muchas de las cuales he tenido el privilegio de escuchárselas recitar en privado, antes de su publicación.

Igualmente tengo el recuerdo de Manolo, recitando sus versos, en un acto organizado por la Asociación de Catadores de Vino de Socuéllamos (Asocaviso), en el Museo Torre del Vino, mezclando poesía y vino. Nos deleitó leyendo muchos de sus poemas relacionados con el vino y la vid, entre ellos el dedicado a la Torre del Vino, que dice así:
Socuellamina torre, tú del vino, que no eres Babel ni de otra cosa, pues naciste en la tierra más hermosa como cepa en medio del camino. Cuando hasta tí se eleva el peregrino en tu cima verá la prodigiosa llanura de La Mancha fabulosa que hizo a Quijano sabio y adivino. Quijotes soñadores y manchegos te elevaron constantes y esforzados y han de ser para tantos andariegos posada y fonda, donde, deslumbrados, contemplen estos campos de labriegos con sudor en jardines trasformados.
Todos son recuerdos de los muchos momentos que hemos compartido a lo largo de nuestras vidas, que ahora solo quedan, en eso, en recuerdos, que los seguiré compartiendo con su mujer, sus hijos y sus nietos, a los que, desde aquí, les mando todo mi cariño y amistad.

“Socuéllamos de otro tiempo, sus trabajos y sus días en imágenes y versos”
En el año 2000, los hermanos Reales (Pedro, Manuel y Antonio) presentamos en la Feria de aquel año una exposición de fotos antiguas, relacionadas con las gentes trabajadoras del campo y de las bodegas, que sirvieron de base para una posterior publicación conjunta de sonetos de Manolo Parra y las fotos de los Hermanos Reales, que llevó por título “Socuéllamos de otro tiempo, sus trabajos y sus días en imágenes y versos", siendo para nosotros, los Hermanos Reales, sobre todo para mí, una agradable experiencia y todo un honor compartir la edición y presentación de este trabajo. Un trabajo que incluyo aquí, íntegramente, como recuerdo y homenaje a mi amigo Manolo Parra Pozuelo.
Exposición de los Hermanos Reales Hace ya medio siglo que la vida fue lo que en estas fotos se constata. Desde entonces su máquina retrata el instante irredento y su partida. Mirando, en blanco y negro, la perdida y huyente realidad se nos desata un vértigo del tiempo, una reata de nostalgia y recuerdos sin medida. ¡Oh prodigioso hacer de mis amigos, tan fieles a su nombre, tan reales que fueron, implacables, los testigos del tiempo y sus momentos capitales! ¡Oh magia de las fotos: tolvanera que hace al vivir volver a lo que era!

Preámbulo El pasado nos mira con los ojos de los que aquí quedaron retratados, aquí están los trabajos esforzados de los que al tiempo dieron sus despojos. Sus horas se colmaron con enojos, con tristezas y llantos despiadados, que fue su caminar por desastrados días llenos de gramas y de abrojos. ¡Cuánto callado grito y cuanto llanto se esconde, en blanco y negro, en estas fotos! ¡Cuánto gemir y cuántos sueños rotos, congelados y al borde del espanto! ¡Oh, fotos, tan escasas de alegrías, que sois tan verdaderas y tan mías!

Arando con vertedera Penetra con amor la vertedera en la tierra dormida y fatigada, dejándola ya abierta y preparada para alentar en otra primavera. El surco abre la mula tesonera, mientras el hombre ahonda la esforzada y paralela trama dibujada sobre una tierra que antes terrón fuera. Así a la tierra arañan dulcemente, así la miman repetidamente hasta dejarla suelta y tan cernida que las aguas la empapen cuando llueva y den a sus raíces savia nueva que sea después en mosto convertida.

La poda El podador recorta los sarmientos y renueva la sangre de las vides. Hallaron al viñedo preparado el invierno, sus lluvias y sus vientos, y su glacial nevar y sus violentos temporales de cierzo congelado. Antes el podador había dejado reducido el pulgar, y los sarmientos, con sabidos y justos movimientos, había una vez y otra recortado. El podador, armado con tijeras, hirió a la cepa tan exactamente que la dejó dispuesta para el fruto, y fueron sus heridas tan certeras que ni hielo, ni escarcha, ni relente a su nuevo verdor pusieron luto.

Vendimiadores Las otoñales nubes y el relente en el majuelo aguardan su llegada y la indecisa luz de la alborada los ve acercarse al tajo nuevamente. Después se agachan reiteradamente y dejan a la cepa vendimiada de racimos y ganchas, despojada del fruto madurado dulcemente. Cuando la espuerta ha sido tan repleta que no cabe más uva en su copero la llevan hasta donde el capachero el cargío va juntando y lo completa colmando los capachos con los granos que al sarmiento robaron con sus manos.

La vendimia Con el sol dan comienzo las labores, cuando él sale ya tienen las espuertas preparadas, y ya tienen abiertas sus navajas de filos cortadores. Así en el tajo están madrugadores, y los sarmientos alzan con expertas y sabias manos, buscadoras ciertas de racimos maduros de dulzores. Así avanza incesante su trabajo, y pronto está la cepa despojada de racimos y ganchas, y, a destajo, la labor esta pronto terminada, y la viña ya está, de arriba abajo del sazonado fruto vendimiada.

El cargío Varado el carro en medio del sendero, la muía esta tan quieta y tan parada que parece en la linde aposentada esperando la voces del carrero. Con repetido esfuerzo tesonero la uva ya recogida y vendimiada espuerta tras espuerta es transportada a capachos que llena por entero. Las campesinas manos, sin tardanza, levantan los capachos bien colmados hasta donde ya el gancho los alcanza y al volcarlos los deja vaciados: y el carrero y el carro harán pronto el camino, ¡qué ya la uva sueña con ser vino!

El acarreo Las uvas han de ser pronto llevadas y descargadas en el pisadero. Hasta allí llegan, y hasta allí el carrero conduce carro y muías esforzadas. El olor de las uvas vendimiadas inunda de su dulzor al pueblo entero, y carros rebosantes de copero atraviesan sus calles a oleadas. Atrás quedaron trochas y veredas que hombre y muía cruzaron con su carro, atrás quedaron charcos, quedó el barro que hasta los cubos enfangó sus ruedas. Ahora acaba el viaje en la bodega, y con su carga al pisadero llega.

Los trabajos de los bodegueros Rota ya sale de la estrujadora la uva que allí arrojaron: por un lado corre el mosto, y por otro, el molturado grano que aún algún jugo atesora pasa a la prensa donde aún mosto llora hasta ser sólo casca que ha quedado sin gota de dulzor, y resecado hollejo es sólo donde nada aflora. Cuando la poza está de mosto llena, con bombas y mangueras y con brazos lo elevan a tinajas, que azufradas serán cuando termine su faena, y el vino irá naciendo en los regazos de bodegas oscuras y cerradas.

La nave de la bodega Tantas tinajas son y tan derechas que en ellas está el vino aposentado con holgura y con gusto, almacenado en gigantescas ubres satisfechas. A oscuras fueron sus alquimias hechas y el mosto fue, en silencio fermentado hasta ser vino nuevo, y transmutado en esplendor lo fueron sus cosechas. Las tinajas están todas tapadas, sólo a una el vino que contuvo ha abandonado, las olí as atesoran su fortuna, su vino que fue mosto, y ha llegado, en vasijas más grandes que ninguna, a ser sol en tinieblas encerrado.

Epílogo Puesto ya el pie en el estribo las fotos me han dictado estos sonetos, en ellos se retratan-sobrios, estos labradores de un tiempo fugitivo. Tal como fuera entonces lo describo: hace ya medio siglo estos sujetos trabajaron si hiel, y con concretos vocablos los recuerdo y los revivo. Mucho tiempo muchísimo- ha pasado, pero todo regresa, vivo y cierto, y yo quiero dejar, por siempre abierto su penar en el tiempo retratado. ¡Para que siempre viva su memoria he vuelto a beber agua de su noria!
