
Destacamos dos obras para elaborar esta breve semblanza de la santa de Ávila. El libro de la vida y Las fundaciones. En ambos se basan las hagiografías posteriores de las que cabe destacar las de Francisco de Ribera, La vida de la madre Teresa de Jesús, fundadora de las Descalzas y Descalzos carmelitas, publicado en Salamanca en 1590, y la de Diego de Yepes, Vida, virtudes y milagros de la Bienaventurada Virgen Teresa de Jesús…, publicada en Zaragoza en 1606.
Teresa nació en Ávila (1515) del matrimonio formado por don Alonso Sánchez de Cepeda y de doña Beatriz de Ahumada, con quien se casó en segundas nupcias. Entre los nacidos del primero y segundo matrimonio sumaron doce hermanos. De todos ellos Teresa sentía especial predilección por su hermano Lorenzo, casi de su misma edad. Solían leer juntos las vidas de los santos, e impulsados por su ejemplo salieron los dos a “tierra de moros” buscando martirio, “pidiendo por amor de Dios, para que allá nos descabezasen”. Por suerte que un tío, hermano de su padre, lo encontró en el camino y los devolvió a casa. Entre esta y otras andanzas pasó su infancia la joven Teresa.
Cuando tenía doce años murió su madre y en 1531 su padre la metió en el convento de las monjas agustinas de Santa María de Gracia, pero al cabo de año y medio una grave enfermedad obligó a volver a casa de su padre. Milagrosamente recuperada, cuando contaba con veinte años, en nombre de 1535, ingresó en el convento carmelita de Santa María de la Encarnación de Ávila. De nuevo, una grave enfermedad hizo que la dieran por muerta. De nuevo se recuperó cuando ya le tenían preparada la sepultura. Santa Teresa atribuyó aquella recuperación a la intercesión de San José, al que desde entonces tributaría especial devoción y lo tomaría como patrón de su propia Orden.
En la Encarnación pasó la etapa más prolongada de su vida, pues estuvo hasta 1562. Durante este tiempo se sucedieron las visiones y los episodios místicos. De las muchas visiones que tuvo, la más importante fue la de la transverberación, sacada del mármol magistralmente por Bernini (“Éxtasis de Santa Teresa”). Hacia 1560 también tuvo una visión del infierno que ha hizo cuestionarse la comodidad de la que gozaba en el monasterio. Es entonces cuando comienza a gestar la idea de la reforma del Carmelo; santa Teresa quiere guardar la Regla “con la mayor perfección que pudiese”.
Su intención de volver a la Regla de san Alberto Magno (1209) encontró una fuerte oposición dentro y fuera de la Encarnación, pero las conversaciones mantenidas con san Pedro de Alcántara la animaron a seguir adelante, y en agosto de 1562 inauguró la primera fundación, el convento de San José en Ávila. Desde ahora las monjas vivirán solo de las limosnas y del trabajo manual; no habría distinciones sociales entre ellas, y se imponían largas horas de silencio y de meditación personal.
Desde ahora comienzan los viajes de santa Teresa para extender la reforma por España, y en poco menos de doce años consigue fundar dieciséis conventos. El primero fue el de Medina del Campo, donde conoció a san Juan de la Cruz, con quien extendería la reforma en la rama masculina.
En 1582 recibió la orden del provincial de marchar a Alba de Tormes porque la duquesa, en trance de dar a luz, requería de su presencia para que intercediera por ella. Llegó tan agotada y enferma que murió a los pocos días. Fue beatificada en 1614 por Pablo V y canonizada en 1622 por Gregorio XV.
Los contemporáneos de santa Teresa quisieron guardar memoria de su fisonomía y dejaron de ella numerosas descripciones, teniendo la que hizo María de San José en el Libro de las recreaciones como la más completa: “…su rostro no era ni redondo ni aguileño (…) la frente ancha y (sic) igual y muy hermosa, las cejas (…) anchas y algo arqueadas; los ojos negros, vivos y redondos, (…) la nariz redonda y en derecho de los lagrimales (…); la boca de muy buen tamaño (…); en el rostro, al lado izquierdo, tres lunares levantados como verrugas pequeñas (…) Era en todo perfecta, como se ve por un retrato que, al natural, sacó fray Juan de la Miseria, un religioso nuestro”. Sin embargo no parece que la santa quedara muy satisfecha con el resultado, pues le reprochó al fraile pintor: “Dios te lo perdone, fray Juan, que ya que me pintaste, me has pintado fea y legañosa”.
En cuanto a los atributos con los que se la representa son: pluma, libro y paloma del Espírito Santo como fuente de inspiración. En el arte italiano (véase Bernini) es frecuente el ángel con el dardo como atributo. En las imágenes devocionales, como la que nos ocupa, se la representa con sus atributos de escritora, de pie con la pluma en la mano derecha y un libro abierto en la izquierda. Su rostro se orienta absorto hacia el infinito, como prestando atención a la paloma que vuela sobre su hombro derecho.
Por lo que respecta a su patronazgo, aparte de patrona de Ávila, Alba de Tormes, Diócesis de Ávila, Diócesis de Salamanca Patrona del Cuerpo y Tropas de Intendencia del Ejército de Tierra de España, de los escritores españoles, este no deja de ser curioso. Santa Teresa fue proclamada Patrona de España en tres ocasiones (1618, 1627 y 1812) pero las tres veces su patrocinio duró poco tiempo, ya que se establecieron pleitos, levantándose una fuerte polvareda entre los partidarios de Santiago y los de Santa Teresa e imponiéndose siempre el bando santiaguista. La idea de un copatronato pacífico entre ambos santos no fue posible.
Benito Cantero Ruiz. Catedrático de Gª e Historia y Dr. en Antropología.