19 de septiembre. Mes dedicado al arcángel san Miguel y a la Biblia.Viernes de la XXIV Semana del Tiempo Ordinario. Hoy debería licuarse la sangre de san Genaro, si no lo hace es señal de augurio de desgracias.
Felicidades a los que se llaman Genaro, Acucio, Alonso, Arnulfo, Carlos, Ciríaco, Constancia, Dorimedonte, Eustoquio, Goerico o Abbón, Lantberto, María, María Guillerma Emilia, Mariano, Pomposa, Secuano, Teododo y Trófimo.
Salmo
Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (8,1-3):
En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.
Palabra del Señor
San Genaro de Nápoles, obispo de Benevento, mártir por Cristo en Puzzuoli, cerca de Nápoles, en la Campania, en tiempo de persecución contra la fe cristiana (s. IV). Para los espíritus curiosos contaros que San Jenaro, fue decapitado en la persecución de Diocleciano, cuya sangre se conserva en la catedral de Nápoles. La sangre está en un relicario especial parecido a una ampolla, normalmente es una masa seca y se vuelve líquida en tres celebraciones durante el año: la traslación de sus restos a Nápoles (el sábado anterior al primer domingo de mayo), en su fiesta litúrgica (hoy) y el aniversario de su intervención para evitar los efectos de una erupción del Vesubio en 1631. Algunos años la sangre permanece seca y esto se interpreta como augurio de desgracias, por ejemplo la sangre no se licuó en septiembre de 1939, 1940, 1973, 1980 y tampoco en diciembre de 2016.
El proceso de licuefacción a veces dura horas o incluso días, aunque, como he dicho, en ocasiones no sucede.
Las ampollas, que conservan una masa sólida oscura, están en un relicario que es sostenido y girado por un sacerdote, por lo general el Arzobispo de Nápoles, mientras el pueblo reza. Normalmente, después de un período que puede ir desde los dos minutos hasta una hora, la masa sólida se torna roja y empieza a burbujear.
San Acucio mártir
San Alonso de Orozco, presbítero de la Orden de Ermitaños de San Agustín, que, encargado de la predicación en el palacio del rey, se mostró austero y humilde. (s. XVI).
San Arnulfo de Gap, obispo, que sufrió mucho para restaurar la vida de la Iglesia (s. XI).
San Carlos Hyon Song-mun, mártir en Corea, que, siendo catequista, hizo largas y difíciles gestiones para facilitar la llegada de misioneros a su país, y finalmente encarcelado junto con otros cristianos, nunca dejó de exhortar a los compañeros hasta, por Cristo, morir decapitado. (s. XIX)
San Ciríaco de Buonvicino, abad. (s. XI).
Santa Constancia mártir.
Santa Dorimedonte mártir.
San Eustoquio de Tours, obispo, que, procedente del gremio senatorial, cual varón santo y religioso sucedió a san Bricio de Tours en la sede episcopal. (s. V).
San Goerico Abbón de Metz, obispo, sucesor de san Arnulfo, a quien trasladó con veneración a esta ciudad (s. VII).
San Lantberto de Frisinga, obispo. (s. X).
Santa María de Cervelló, virgen de la Orden de Santa María de la Merced, llamada popularmente María del Socorro por la ayuda prestada a sus devotos. (s. XIII).
Santa María Guillerma Emilia de Rodat, virgen, fundadora de la Congregación de las Hermanas de la Sagrada Familia, dedicadas a la educación de niñas y a ayuda para los necesitados. (s. XIX).
San Mariano de Bourges, eremita, que sólo se alimentaba de manzanas agrestes y a veces de miel, si la encontraba (s. VI).
Santa Pomposa de Córdoba, virgen y mártir, la cual, durante la persecución por los sarracenos, sabedora del martirio de santa Columba, salió a escondidas del monasterio cordobés de Peñamelera y confesó intrépida a Cristo ante el juez, siendo inmediatamente degollada ante las puertas del palacio y consiguiendo así la palma del martirio. (s. IX).
San Secuano de Cestre, presbítero y abad (s. VI).
San Teodoro de Canterbury, obispo, antes monje de Tarso, que elevado al episcopado por el papa san Vitaliano y enviado a Inglaterra casi septuagenario, moderó con fortaleza de ánimo la Iglesia a él encomendada. (s. VII).
San Trófimo de Sínada, mártir.