3 de junio. Mes del Sagrado Corazón de Jesús. Lunes de la IX Semana del Tiempo Ordinario.
Felicidades a los que se llaman Carlos, Cecilio, Glotilde, Cono, Davino, Genesio, Hilario, Juan, Kevin, Lifardo, Morando, Oliva y Pedro.
Salmo: Dios mío, confío en ti.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,1-12):
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos: «Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. A su tiempo, envió un criado a los labradores, para percibir su tanto del fruto de la viña. Ellos lo agarraron, lo apalearon y lo despidieron con las manos vacías. Les envió otro criado; a éste lo insultaron y lo descalabraron. Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos los apalearon o los mataron. Le quedaba uno, su hijo querido. Y lo envió el último, pensando que a su hijo lo respetarían. Pero los labradores se dijeron: «Éste es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia.» Y, agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Que hará el dueño de la viña? Acabará con los ladrones y arrendará la viña a otros. ¿No habéis leído aquel texto: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente»?»
Intentaron echarle mano, porque veían que la parábola iba por ellos; pero temieron a la gente, y, dejándolo allí, se marcharon.
Palabra del Señor
San Carlos Lwanga y compañeros mártires, todos ellos de edades comprendidas entre los catorce y los treinta años, que perteneciendo a la corte de jóvenes nobles o al cuerpo de guardia del rey Mwanga, y siendo neófitos o seguidores de la fe católica, por no ceder a los deseos impuros del monarca murieron en la colina Namugongo, degollados o quemados vivos. Estos son sus nombres: Mbaya Tuzinde, Bruno Seronuma, Jacobo Buzabaliao, Kizito, Ambrosio Kibuka, Mgagga, Gyavira, Achilles Kiwanuka, Adolfo Ludigo Mkasa, Mukasa Kiriwanvu, Anatolius Kiriggwajjo y Lucas Banabakintu. (s. XIX)
San Cecilio de Cartago presbítero, que convirtió a la fe en Cristo a san Cipriano (s. III).
Santa Clotilde reina, por cuyas oraciones su esposo, Clodoveo, rey de los francos, abrazó la fe cristiana, y al enviudar se retiró a la basílica de San Martín, deseando no ser considerada como reina sino como sierva de Dios. (s. VI).
San Cono de Lucania monje, el cual, con la protección de Dios, llegó a la perfección de las virtudes mediante la observancia monástica y la inocencia de vida, muriendo cuando era aún joven (s. XIII).
San Davino armenio el cual, armenio de nacimiento, vendió todos sus haberes para ser peregrino por Cristo, visitando los Santos Lugares y los sepulcros de los apóstoles, hasta que, habiendo enfermado, descansó en el Señor. (s. XI).
San Genesio obispo de Clermont , quien fundó en Manglieu un monasterio con un hospicio, en cuya iglesia recibió sepultura (s. VII).
San Hilario de Carcasonne considerado como primer obispo de esta ciudad, en cuyo tiempo los godos difundieron la herejía arriana (s. IV).
San Juan Grande Hermano de la orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Dio su vida por los enfermos, muriendo atacado por la peste. Es Patrón de la Diócesis de Jerez. (s. XVII)
San Kevin de Glendalough abad, que fundó este monasterio en el que vivieron muchos monjes, de los que fue padre y guía. Conocido como Caoimhghin, Coemgen, Coemgenus, Comegen, Keivin, Kevin of Glen da locha o Kevin of Glendalough (s. VII).
San Lifardo En Meung-sur-Loire, en el territorio de Orleans, en la Galia, san Lifardo, presbítero, que en dicho lugar llevó vida solitaria. (s. VI).
San Morando monje, oriundo de Renania, que siendo presbítero peregrinó a Compostela y al regreso entró en el monasterio de Cluny, fundando más adelante el cenobio en el que terminó su santa vida (s. XII).
Santa Oliva, virgen (s. VI/VII).
San Pedro Dong mártir, padre de familia, que prefirió sufrir crueles torturas antes que pisar la cruz, e hizo de modo que en su frente se escribiese «verdadera religión» en lugar de «falsa religión», como se pretendía, siendo degollado en tiempo del emperador Tu Duc. (s. XIX)