Hay una expresión inglesa, ‘elephant in the room’, (un elefante en la habitación), cuyo significado metafórico hace referencia a una verdad o problema muy evidente que es ignorado, que nadie quiere afrontar. Es imposible pasar por alto la presencia de ese elefante en la habitación pero las personas que están ahí fingen que no lo ven y actúan como si no estuviera. La presencia del paquidermo es incómoda pero, a pesar de ello, los involucrados evitan atender o hablar del problema.
Pues bien, en la España actual, no es que haya un elefante en la habitación, es que hay una manada. Todos ellos enormes problemas ante los cuales hacemos como que no existen y de los que iremos hablando a través de editoriales como este.
Primer elefante, la bomba de relojería demográfica.
De entre los países medianos y grandes, la natalidad española es la más baja del mundo y en caída detrás de la de Japón. Esta realidad implica que no hay reemplazo generacional, y que hay tan pocos jóvenes que éstos, cuando lleguen a la edad laboral, no van a tener capacidad de sostener el sistema de pensiones, mas aún cuando la generación que está empezando a acceder a la jubilación es la del ‘baby boom’. Hoy ya en España se está sacando dinero de otros sitios para rellenar la famosa ‘caja de las pensiones’ para que los mayores puedan cobrar su pensión.
A pesar de la importancia y la dimensión del problema este debate se va posponiendo y tiende a ignorarse ya que van viniendo elecciones, corrupciones, sucesos, etc. Ya se sabe, lo urgente no nos deja ocuparnos de lo importante. Pero el elefante sigue ahí. (Como el dragón del cuento más breve del mundo).
Y no estamos hablando de percepciones subjetivas, son puras matemáticas. Al ritmo que llevamos, con un índice de fecundidad de 1,12 (el número medio de hijos por mujer), los españoles vamos camino de desaparecer de aquí a no mucho tiempo. Si contamos que una generación abarca más o menos un lapso de 25 años, hagamos cuentas… redondeando, hoy vivimos en España unos 46 millones y medio de personas, de los cuales aproximadamente un 10% son extranjeros, con lo cual, españoles somos unos 41.850.000. Aplicando una sencilla regla de tres resulta que cada generación tendrá un deficit de 5 millones y medio de personas… Así tendremos 40 millones y medio de habitantes en 2050, 35 millones y medio en 2075, 31 millones en 2100 y así sucesivamente hasta desaparecer. Y como agravante, esta población menguante estaría cada vez más envejecida, además de que cada vez vivimos más años, la pirámide de edad se invierte, así que llegará un momento en que será difícil que los más mayores cobren una paga por jubilación o tengan los necesarios cuidados médicos que aumentan conforme se incrementa la edad.
Lógicamente, los huecos demográficos que se dejan por falta de fecundidad se van llenando por gentes con menos miedo a perder las comodidades, con más valentía para traer nuevos hijos al mundo, personas de otros lugares que traen consigo su cultura y sus costumbres, como es natural. Mientras tanto, el típico español está rodeado de anticonceptivos, abortos, divorcio… inmerso en un ‘ecosistema’ sociológico poco propicio para las familias, esa institución (o si quieren, constructo social), en la que venían naciendo los niños en los últimos siglos.
Y (generalizando, perdonadme) los pocos hijos que vienen: mimados y malcriados, con una adolescencia que se prolonga prácticamente hasta la treintena e incluso más, de manera que para cuando quieren sentar la cabeza casi se les ‘ha pasado el arroz’.
Pensemos también que cuando un grupo humano desaparece, desaparece con él una Cultura, con mayúscula. Y por lo tanto, al mismo ritmo de disminución de individuos se irán perdiendo saberes, costumbres, fiestas, tradiciones, idioma…, una forma de entender la vida.
¿Hay tiempo para reaccionar? Quién sabe, pero está claro que nos lo deberíamos tomar en serio y empezar a reconocer la existencia de ese ‘elefante’ en la habitación. En los países nórdicos están tomando medidas muy importantes para apoyar la natalidad. En Japón ya se han dado cuenta de que su crisis económica está relacionada con la baja fecundidad (allí ya se venden más pañales para adultos que para bebés) y en China han abandonado la política del hijo único porque lo están viendo venir. Espero que no nos pase como a la rana en la cazuela, que cuando quiere reaccionar ya está cocida.
Así que, junto al lince ibérico en peligro de extinción, coloquemos al homínido español, como diría Rodríguez de la Fuente: esos humanoides bajitos, morenos, fiesteros, amantes de la siesta y un poquito envidiosos. Quizá queden algunos en una reserva llena de bares o disecados para que los puedan admirar los turistas en los museos de ciencias naturales, como el bosquímano de Bañolas o el Dodó, con un cartelito que ponga ‘Homo Íbero o Hispanis’.