NO SE LLEVA LA PALABRA DE HONOR. Benito Cantero Ruiz. Catedrático de Gª e Historia y Dr. en Antropología.

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El soldado español de los Tercios1

(…) Aquí, en fin, la cortesía, el buen trato, la verdad, la firmeza, la lealtad, el honor, la bizarría, el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad y la obediencia, fama, honor y vida son caudal de pobres soldados; que en buena o mala fortuna la milicia no es más que una religión de hombres honrados.

A pesar de los bulos y relatos malintencionados que se han hecho sobre los Tercios españoles, aquellos se distinguieron dentro y fuera del campo de batalla tanto por su capacidad militar como por su visión del honor. Este era mucho más que una cuestión de principios. Era la expresión de unos valores a los que todas las capas de la sociedad se aferraban para demostrar unas cualidades superiores que los distinguieran de sus semejantes: el valor, el coraje, la lealtad, la compasión o la defensa de la fe eran ejemplo de ello.

Hoy, sin embargo, suena rancio; está en desuso, tanto en el vocabulario como en los comportamientos dentro de nuestra sociedad cuando verdaderamente el honor es un valor esencial para el hombre de bien porque actúa como guía de su conducta y como motor que le impulsa a obrar siempre bien en el cumplimiento de sus responsabilidades, de sus compromisos ante la sociedad toda y ante la familia. Una persona con honor representa la seguridad en la confianza que con su actuar, su palabra y sus interrelaciones con los demás será garantía de que se respetarán los acuerdos, su historial de vida será la garantía de los contratos sociales en los que actúe. El honor implica la coherencia entre lo que se debe hacer y lo que se hace.

Por su parte la lealtad es sinónimo de nobleza, rectitud, honradez, honestidad, entre otros valores morales y éticos que permiten desarrollar fuerte relaciones sociales y/o de amistad en donde se crean un vínculo de confianza muy sólido, y automáticamente se genera respeto entre los individuos. Quien es leal no da la espalda a quien es su amigo, socio, compañero.

Con la lealtad hay una cuestión de honor, fidelidad y gratitud. Esta devoción que una persona tiene por otra u otras conlleva un compromiso y plena confianza en la otra persona y entre ellos, la lealtad no se manifiesta, la lealtad se demuestra, la lealtad no tiene desviaciones ni acepciones, las lealtades obligan y reconocen. Lealtad es la unión del respeto, la comprensión, la confianza, la sinceridad y el compromiso, valores que suelen ir unidos y que son fundamentales a la hora de relacionarse con los demás, la lealtad es imprescindible en las organizaciones, en la política, en las relaciones humanas, en los proyectos.


En estos tiempos se ha hecho fuerte una sociedad donde la deslealtad, la falta de honor y la falta de compromiso son los nuevos valores y el que no se ajusta pagará con dinero o con rechazo. Y es que al honor y la lealtad los destruyen la ambición, la avaricia, el oportunismo, la soberbia, la inseguridad, el engreimiento, la vanidad, la petulancia, y sobre todo la carencia de valores y fortalezas personales….
Con la nueva monarquía dieciochesca, los Tercios desaparecieron. Aquel fue un empeño más para aupar a España al “progreso ilustrado”. El mismo progreso que traería la tan cacareada Revolución Francesa con todas sus “virtudes”. Lo anterior fueron otros tiempos, otras circunstancias y otros hombres a quienes la honra les pesaba mucho más que cualquier riqueza.


Sin honor, y sin lealtad en consecuencia, solo se logra miseria humana. ¡Que no se nos ocurra dar nuestra palabra de honor!

Benito Cantero Ruiz. Catedrático de Gª e Historia y Dr. en Antropología.

1 https://blogs.ua.es/lostercios/2010/12/29/poesia-sobre-los-tercios-calderon-de-la-barca/

2 https://augustoferrerdalmau.com/inicio/181-virgen-de-empel-8436575121741.html

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NO SE LLEVA LA PALABRA DE HONOR. Benito Cantero Ruiz. Catedrático de Gª e Historia y Dr. en Antropología.

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(…) Aquí, en fin, la cortesía, el buen trato, la verdad, la firmeza, la lealtad, el honor, la bizarría, el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad y la obediencia, fama, honor y vida son caudal de pobres soldados; que en buena o mala fortuna la milicia no es más que una religión de hombres honrados.

A pesar de los bulos y relatos malintencionados que se han hecho sobre los Tercios españoles, aquellos se distinguieron dentro y fuera del campo de batalla tanto por su capacidad militar como por su visión del honor. Este era mucho más que una cuestión de principios. Era la expresión de unos valores a los que todas las capas de la sociedad se aferraban para demostrar unas cualidades superiores que los distinguieran de sus semejantes: el valor, el coraje, la lealtad, la compasión o la defensa de la fe eran ejemplo de ello.

Hoy, sin embargo, suena rancio; está en desuso, tanto en el vocabulario como en los comportamientos dentro de nuestra sociedad cuando verdaderamente el honor es un valor esencial para el hombre de bien porque actúa como guía de su conducta y como motor que le impulsa a obrar siempre bien en el cumplimiento de sus responsabilidades, de sus compromisos ante la sociedad toda y ante la familia. Una persona con honor representa la seguridad en la confianza que con su actuar, su palabra y sus interrelaciones con los demás será garantía de que se respetarán los acuerdos, su historial de vida será la garantía de los contratos sociales en los que actúe. El honor implica la coherencia entre lo que se debe hacer y lo que se hace.

Por su parte la lealtad es sinónimo de nobleza, rectitud, honradez, honestidad, entre otros valores morales y éticos que permiten desarrollar fuerte relaciones sociales y/o de amistad en donde se crean un vínculo de confianza muy sólido, y automáticamente se genera respeto entre los individuos. Quien es leal no da la espalda a quien es su amigo, socio, compañero.

Con la lealtad hay una cuestión de honor, fidelidad y gratitud. Esta devoción que una persona tiene por otra u otras conlleva un compromiso y plena confianza en la otra persona y entre ellos, la lealtad no se manifiesta, la lealtad se demuestra, la lealtad no tiene desviaciones ni acepciones, las lealtades obligan y reconocen. Lealtad es la unión del respeto, la comprensión, la confianza, la sinceridad y el compromiso, valores que suelen ir unidos y que son fundamentales a la hora de relacionarse con los demás, la lealtad es imprescindible en las organizaciones, en la política, en las relaciones humanas, en los proyectos.


En estos tiempos se ha hecho fuerte una sociedad donde la deslealtad, la falta de honor y la falta de compromiso son los nuevos valores y el que no se ajusta pagará con dinero o con rechazo. Y es que al honor y la lealtad los destruyen la ambición, la avaricia, el oportunismo, la soberbia, la inseguridad, el engreimiento, la vanidad, la petulancia, y sobre todo la carencia de valores y fortalezas personales….
Con la nueva monarquía dieciochesca, los Tercios desaparecieron. Aquel fue un empeño más para aupar a España al “progreso ilustrado”. El mismo progreso que traería la tan cacareada Revolución Francesa con todas sus “virtudes”. Lo anterior fueron otros tiempos, otras circunstancias y otros hombres a quienes la honra les pesaba mucho más que cualquier riqueza.


Sin honor, y sin lealtad en consecuencia, solo se logra miseria humana. ¡Que no se nos ocurra dar nuestra palabra de honor!

Benito Cantero Ruiz. Catedrático de Gª e Historia y Dr. en Antropología.

1 https://blogs.ua.es/lostercios/2010/12/29/poesia-sobre-los-tercios-calderon-de-la-barca/

2 https://augustoferrerdalmau.com/inicio/181-virgen-de-empel-8436575121741.html

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