2 de noviembre. Conmemoración de los fieles difuntos. Día especialmente señalado para rezar por las almas de los que nos dejaron.
Hoy 2 de noviembre son los cristianos que nos han precedido con el signo de la fe los que motivan nuestros rezos. Cuando una persona muere, quizá haya quedado un rastro de pecado, ya no es capaz de hacer nada para ganar el cielo; sin embargo, los vivos sí podemos ofrecer nuestras obras para que el difunto alcance la salvación. Con las buenas obras y la oración se puede ayudar a los seres queridos a conseguir el perdón y la purificación de sus pecados para poder participar de la gloria de Dios. Debido a las numerosas actividades de la vida diaria, las personas muchas veces no tienen tiempo ni de atender a los que viven con ellos, y es muy fácil que se olviden de lo provechoso que puede ser la oración por los fieles difuntos. Debido a esto, la Iglesia ha querido instituir un día, el 2 de noviembre, que se dedique especialmente a la oración por aquellas almas que han dejado la tierra y aún no llegan al cielo.
Además nuestra felicitación quien se llama: Acindino, Pegaso, Aftonio, Elpidoforo, Anempodisto, Agauno, Ambrosio, Carterio, Estiriaco, Tobías, Eudoxio, Agapio, Daría, Emino, Jorge, Justo, Malaquías, Marciano, Margarita, Victorino y Winefrida.
Salmo
Creo que veré la bondad del Señor.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5, 1-12a):
En aquel tiempo: Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña y, cuando se sentó, se le acercaron sus discípulos. Y él, abriendo su boca, les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos obtendrán misericordia. Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados seréis cuando os vituperen y os persigan, y cuando digan toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos.
Palabra del Señor
San Acindino y compañeros mártires Pegaso, Aftonio, Elpidoforo, Anempodisto muertos por el rey Sapor II de Persia. (s. IV).
San Agauno abad.
San Ambrosio de Agauno en Helvecia (hoy Suiza), abad, que primeramente fue padre del monasterio de la isla Bárbara, cerca de Lyon, siendo trasladado a él por su ejemplar observancia religiosa y estableciendo allí la práctica de la alabanza perpetua (s. VI).
San Carterio de Sebaste y compañeros. En Sebaste, de Armenia, santos Carterio, Estiriaco, Tobías, Eudoxio, Agapio y compañeros mártires, que, siendo soldados, en tiempo del emperador Licinio fueron arrojados a las llamas por permanecer en la fe de Cristo, según nos refiere la tradición. (s. IV).
Santa Daría Bochana, viuda.
San Ernino anacoreta.
San Jorge de Viennes obispo. (s. VII).
San Justo de Trieste, mártir. (s. IV).
San Malaquías de Armagh arzobispo de Down y Connor, en Irlanda, que restauró allí la vida de la Iglesia, y cuando se dirigía a Roma, en dicho monasterio, y en presencia del abad san Bernardo, entregó su espíritu al Señor. Es sobre todo recordado por sus profecías sobre el papado, cuidado que según esta dice que estamos en los últimos de la lista. (XII).
San Marciano de Calcedonia eremita, que, nacido en Cirro, se retiró al desierto de Calcedonia y allí, viviendo en una estrechísima caseta, sólo por la tarde se alimentaba de una módica cantidad de pan y agua, pero poniendo por delante del ayuno el amor fraterno (s. IV).
Santa Margarita de Lorena fue duquesa y acabó como monja. (s. XVI).
San Victorino de Pettau, mártir, que redactó muchos escritos para explicar los libros de la Sagrada Biblia y fue coronado con el martirio en la persecución desencadenada por Diocleciano (s. IV).
Santa Winefrida de Holywell, virgen, a la que se venera como monja eximia (s. VII).




 
 
 
                                    
 
 
 















 
 







